jueves, 31 de diciembre de 2020

Lo ilusionado del horizonte

Un hombre cualquiera, sentado frente al horizonte nevado, observa el último atardecer del año.

El vaho de sus exhalaciones se asemeja a las señales de humo de las chimeneas, junto a las que se prepara la bienvenida del año nuevo. Poco a poco, las sombras se van alzando sobre el paisaje ante la cada vez más tenue luz del sol. Fantasmagóricas siluetas van creciendo de los pliegues de las montañas, monstruos agazapados se muestran tras los edificios y los centenarios árboles con sus enrevesadas ramas parecen diseñados por el mismísimo Tim Burton. Sin duda, el escenario de despedida es digno de lo vivido en el año que termina.

El valle queda borrado entre escasos grises y pardos y una infinita negrura. La oscuridad comienza a salpicarse con tímidas pinceladas amarillas y blancas desde las ventanas de las casas, como miniaturas esbozadas por Hopper. El contagio se extiende con las multicolores luces navideñas que describen el alma del valle. Y, por fin, el alumbrado público ilumina el mapa de calles, plazas y parques para reencontrar la felicidad confinada.

Y así un hombre cualquiera se ilusiona por la llegada del próximo amanecer que despuntará desde el horizonte para un ¡Feliz 2021!

lunes, 21 de diciembre de 2020

Lo inyectado de la ficción

Un hombre cualquiera descubre que la situación supera a la ficción, hasta que de repente deja de hacerlo

Vicente Vallés inicia el informativo de la noche con cara de estupefacción para anunciar las primeras vacunaciones en Reino Unido. Tras dar paso al vídeo, la cámara enfoca a un cráneo alzado en una mano. El zoom se va abriendo, progresivamente, mostrando la cota de mallas, la gorguera y, por fin, aparece en pantalla William Shakespeare. Su semblante serio obvia la cámara, mientras declama: "ya que pides justicia, ten por cierto que tendrás más justicia de la que deseas." Acto seguido, a su lado, la enfermera aprieta el émbolo. El líquido con la fuerza de una góndola sobre el Gran Canal inyecta la vacuna de Pfizer. Su rostro se descompone por unos segundos hasta volverse a recomponer y proclamar: "El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra."

Al volver a plató, la cara del presentador es un cuadro, entre la incertidumbre y la incredulidad, porque  confirma que las vacunaciones han provocado mutaciones.  En pantalla el malvado Magneto cierra los ojos al sentir el pinchazo. Tras tragar algo de saliva, mira a cámara para afirmar: "el hombre siempre ha tenido miedo de lo que no entiende." De pronto se desvanece en el asiento y de su rostro surge una barba blanca y vuelve en sí. El mago blanco, Gandalf, se reincorpora y solemne tranquiliza a los asustados televidentes: "De nada vale especular lo que traerá el mañana." El mago se levanta hasta rozar con su gorro el techo y emprende su camino hacia la Tierra Media

Y así un hombre cualquiera se inyecta de ficción para inocular la eterna y vírica pesadilla.



martes, 8 de diciembre de 2020

Lo adelantado de lo navideño

Un hombre cualquiera se coloca el bombín y de la mano de la soñadora en pijama se adentra en la niebla londinense.

El paseo turístico discurre por un paisaje invisible, justo por el filo de la pipa de Sherlock Holmes, cuyo humo oculta las pistas para resolver el caso de este aciago 2020; sin brújula ni norte para encontrar el 221B de Baker Street. La reducida visibilidad convierte a los míticos autobuses rojos en réplicas del autobús noctámbulo de Harry Potter y las condensadas gotas blanquean los tiznados taxis en dirección contraria sobre el Támesis. Más adelante, las fantasmagóricas figuras de viandantes cruzando los pasos de peatones recrean la portada de Abbey Road, al ritmo del pop británico de los 60. Incluso la densidad de la niebla se asemeja al humo de los conciertos antes de la imposible actuación a dúo de Freddy Mercury y David Bowie, There's a starman waiting in the sky.

Entorno al mediodía, la bruma comienza a disiparse sobre azoteas, chimeneas y tejados. Y, entonces, un tímido sol comienza a adentrarse entre la nubosidad hasta definir la silueta de la Tower BT, pero la estructura ha mutado en el castizo pirulí de Torrespaña. Poco a poco, la cúpula de Saint Paul se achata a simple vista, dibujando la cúpula de la basílica de San Francisco. En el mismo momento que las campanadas del Big Ben dan las doce retumbando por toda la plaza de Sol, convirtiendo las redondeadas señales del metro en rombos perfilados en rojo ante la curiosa mirada del oso abrazado al madroño. A escasos metros, calle Preciados arriba, la aventurera de las siestas camina por la Gran Vía  con su azulada melena, que parece una extensión de los neones del edificio de Schweppes. Su mágica aparición le aporta un cinéfilo aire a lo Mary Poppins, sin paraguas, ni bolso. Sin embargo, de los bolsillos de su abrigo sobresale el pasaporte, regalos envueltos y desde su cuello se aprecian los cuadros escoceses de su camisa. Iluminada por la luz de un tardío sol de otoño acaricia con su sombra los adoquines madrileños, pisando el dorado camino que refleja el dinosaurio de su colgante, antes de inmortalizarse para la eternidad con el hombre de hojalata, el león cobarde y el espantapájaros.

Y así un hombre cualquiera celebra lo adelantando de lo navideño bajo el coloreado azul de Madrid al cielo.