martes, 21 de enero de 2020

Lo vivido de las biografías

Un hombre cualquiera se topa con el atrezzo que personaliza a los escritores para narrar sus libros.

Un sombrero, un abrigo, un bolso, las olas, unas gafas, una pajarita, un tintero violeta o, incluso, una bicicleta. Pero, también, hay paisajes convertidos en escenarios, personas caracterizadas en personajes y, finalmente, sentimientos definidos en valores universales. Estas inspiraciones percuten las pausas y puntuaciones en las teclas de la Olivetti y enlazan los trazos entre vocales y consonantes a pluma alzada, hasta articularse en narrativa, lírica, dramática o didáctica. Curiosamente, el arte de la expresión verbal, la literatura, adopta con la didáctica una forma endogámica al biografiar a sus propios autores y convertirlos en personajes de sus propias vidas.

'Piezas biográficas'

Y, a través de la literatura lo vivido se convierte en biografía. Por ello, los paseos en bicicleta de Miguel Delibes por los campos de Castilla cazaron al vuelo a los santos inocentes. Como el tocayo Inocencio, en este caso Pío Inocencio Baroja, amasó sus obras con la maña de un panadero y diseccionó sus personajes con la precisión médica y, también, algunas píldoras de fanodormo. Las mismas que paliaron el insomnio para alcanzar los sueños en un avión sobre la sabana, avistando leones, jirafas y gacelas. Este animado paisaje africano inspiró, a su vez, las memorias de Karen Blixen antes de cada atardecer. Cuando el azulado cielo se tornaba en añiles y violáceos tintes, que coloreaban las notas de Stefan Zweig al surcar un sediento canal de Panamá. Pero, con el lejano rumor del oleaje, que despertó a Virginia Woolf sobre la cubierta del acorazado Dreadnought, junto a la bandera de Zanzíbar. Allí en aguas internacionales, un mercante con un cargamento de Coca Cola se encaminaba a Lisboa, pero encalló hasta hundirse ante un eslogan imposible de Fernando Pessoa: "Después se entraña". Ante la alerta sanitaria por el nuevo producto, Franz Kafka se presentó a un examen médico para que estudiasen lo de su metamorfosis. Y, sucesivamente, las anécdotas fueron convirtiéndose en vidas contadas.

Y así un hombre cualquiera se pregunta cómo se titularía la biografía del biógrafo, Jesús Marchamalo.

lunes, 6 de enero de 2020

Lo curioso de las estampas

Un hombre cualquiera se encuentra con una curiosa estampa frente a la entrada del Escorial.

Desde los tiempos de Felipe II, cuando el atardecer del 6 de enero asombra los tejados del monasterio se produce una reunión al más alto nivel mundial. Aprovechando el cierre de puertas a los turistas, la Sala de Batallas se dispone con una mesa ovalada en el centro, con sus sillas y sobre la superficie las carpetas con la información de estraperlo. Allí sobre la puerta del infierno cada uno de los integrantes de la reunión recibe el listado de las ultimas tentaciones diseñadas por el innombrable para los meses venideros.

Tras la lectura del listado van saliendo a las puertas del monasterio, todos con los documentos bajo el brazo. Pero antes de despedirse deben dar la cifra de aquellos de sus acólitos que durante el año anterior cayeron en la travesura o las malas formas. Cada uno en su lengua van aportando la cantidad de niños malos de su lista, repartida según su territorio y su castigo correspondiente. Entonces los personajes abandonan el lugar empezando por los que tuvieron menos castigados. El Krampus germánico deja una rama de abedul y la Belfana un ajo y una cebolla. Con dirección al norte parten los  hijos de Grýla y Leppalúdidan con trece patatas menos en sus bolsillos y Pedro el negro les acompaña, dejando su saquito de sal. Los magos de Oriente aportan un saco de carbón. Y solo a las puertas del monasterio, el representante del cagatio, se queda con aquel cargamento por su derrota por tercer año consecutivo. Y cenando arenques otro 6 de enero.

Y así un hombre cualquiera descubre por casualidad escenas propias de un guión del Ministerio del Tiempo.