sábado, 25 de abril de 2020

Lo logrado de la inmortalidad

Un hombre cualquiera rellena la despensa con la compra semanal y orgulloso piensa "esto es Jauja".

La radio emite la versión de 'Lucha de Gigantes' de Izal, mientras los estantes se llenan de paquetes de pasta, bricks de leche y, por fin, sobres de levadura. El locutor toma la palabra para recordar a los oyentes que es 25 de abril. A penas un segundo de silencio y los acordes de 'Grandola, Vila Morena' conquistan la cocina. Aún sonando el himno portugués, un feed in traslada a los oyentes de los claveles de Lisboa a los balcones de Roma entonando "Una mattina mi sono alzato". Los romanos, desde la república independiente de su casa, celebrando la conmemoración de la salida de Italia de los invasores nazis.

Cada 25 de abril las calles italianas y portuguesas se convierten en Jauja al manar leche de los ríos y de los árboles crecer buñuelos, como narra la leyenda. Sin duda, las mieles de las victorias y revoluciones alimentan la esperanza de la inmortalidad de lo logrado. Y como las casualidades de la Historia convergen el mismo día, a través de conexiones imposibles. Esta historia acaba celebrando el cumpleaños del gran Al Pacino soplando las velas, un 25 de abril, desde su mansión con vistas a las míticas letras de Hollywood.

Y así un hombre cualquiera continúa la mañana del sábado tarareando el pegadizo 'Bella Ciao'.

sábado, 18 de abril de 2020

Lo esbozado de los acuerdos


Un hombre cualquiera pasea desolado por el pueblo viejo de Belchite entre las ruinas de la guerra.

El paseo se hace menos triste junto al maño ilustrado. Las paradas esporádicas sirven para el descanso y, también, para que el artista dispare esbozos sobre el blanco de su libreta. El sol avanza iluminando el paisaje hasta convertir lo nítido en sombríos fantasmas y la más profunda oscuridad en la luz al final del túnel. Poco a poco, el juego de luces y sombras se van plasmando sobre el vacío de las hojas.

Los trazos van describiendo una mesa en mitad de la calle a la que va añadiendo sillas a su entorno. Alrededor la destrucción de la guerra sigue intacta y necesaria. Al levantar la vista, la realidad ha instalado la misma mesa con sus sillas sobre la inicial calle desierta. Él sigue dibujando concentrado, ajeno a su influencia y a la sorpresa de su compañero de bitácoras. Quien se levanta para sentarse en lo imaginado y cerciorarse que realmente existe. Sobre la mesa unos carteles anuncian los nombres y puestos de los principales políticos llamados a resolver el presente. El maño ilustrado levanta la mirada y afirma. "Para que las negociaciones alcancen un buen acuerdo deben realizarse dentro del peor escenario al que pueden llegar".

Y así un hombre cualquiera entiende, más que nunca en estos días, que las equivocaciones del pasado se deben evitar al definir el futuro.

domingo, 12 de abril de 2020

Lo parisino de los seiscientos

Un hombre cualquiera observa, desde su ventana, como un Maserati impaciente ruge tras un Seat 600 aparcando, mientras Netflix carga 'La casa de papel'.

La escena automovilística termina con un adelantamiento impreciso del deportivo, que acaba por reventarse las llantas con el bordillo una manzana más adelante. Nada grave que unos cientos de euros no arregle, pero la cura de humildad no hay dinero que la pague. Unos metros más atrás, la dueña del 600, ajena a las prisas que le adelantaron, coge las bolsa de la compra del asiento del copiloto y busca la llave del portal de camino.

'Plaza 600', Ana Arias


A punto de llegar a la puerta del piso, él le abre con un flamante ramo de margaritas, que normalmente adorna el salón. Una peculiar forma de celebrar otro día doce cualquiera, sin necesidad de estar coloreado en el calendario y sin poder salir de casa. Ella le lanza un beso en la distancia y él le dice "eres como un 600 al que cuidar durante los próximos 50 años y vivir el resto de aventura de nuestra vida juntos".

Y así un hombre cualquiera se sube la cremallera del mono rojo y se coloca la careta de Dalí para ver 'El plan París'

domingo, 5 de abril de 2020

Lo imaginado de la naturaleza


Un hombre cualquiera se despereza decúbito supino horizontal la primera mañana de primavera.

La luz, que entraba por las claraboyas del techo abovedado, le había despertado. La molesta extrañeza de sus ojos, propiciada por los rayos del sol, se mantuvo cuando el tacto de sus palmas identificó la hierba extendiéndose a su alrededor. Paralizado, su mente buscó una explicación rápida. “Crecen más rápido que el bambú, cuídate porque vendrán y te harán bú.” Los recovecos de su memoria habían rescatado la sexta prueba de Jumanji, que había visto la noche anterior. Lentamente se incorporó hasta reconocer la estancia. La gran galería del Museo del Prado.

Comenzó a andar pisando aquel Prado, transformado y conocido al mismo tiempo. Su pausado caminar parecía una cámara lenta frente a la carrera de Atalanta e Hipónemes. De hecho, al girar la cabeza escuchó algo caer, pero, al volver su mirada, las manzanas de oro se mantenían inmortalizadas. Confundido, en la lejanía, le pareció escuchar el regocijo de tres mujeres y, unos segundos después, el silencio se rompió por el mordisco de una manzana, que el eco amplificó entre las bóvedas. Su carrera le descubrió el inerte palpitar del trío de gracias y la quieta mandíbula de Paris y, también, corroboró su alucinada imaginación. Todo ello, a pesar del verdor que brotaba de sus pinturas hasta acolchar las baldosas. Aún agitado por el esfuerzo y atónico por los engaños, notó una vibración en su bolsillo izquierdo. Desbloqueó su teléfono y pulsó sobre la alerta de su Instagram. La pantalla reprodujo la sala dónde estaba. La misma que había ideado Timo Helger con su serie ‘Return of Nature’. El agente de seguridad le acompañó a la salida y cerró las puertas tras él. Se sorprendió al encontrar las suelas de sus zapatos mojadas por el rocío de la hierba.

Y así un hombre cualquiera baja las escaleras frente a Goya, mientras observa por las otras escaleras subir al gemelo del cazador Van Pelt.