jueves, 30 de junio de 2022

Lo carmesí de los calendarios

Un hombre cualquiera recibe con puntualidad su pedido carmesí cada 30 de junio.

El carmesí convierte en princesa, sin trono ni bandera, a la soñadora en pijama. Y pinta con su sonrisa las fechas del calendario. Los aniversarios se tiñen de carmesí, al resonar con los latidos que vuelven a reenamorarse con los recuerdos. Los días de verano se tiñen de carmesí, al impregnarse con el aroma veraniego de la felicidad de los álbumes de fotografías. Las tardes de los domingos se tiñen de carmesí, porque se redondean con la forma de una red velvet recién horneada. Los fin de semana se tiñen de carmesí, al atardecer con divertidos planes sobre la marcha. Las frías mañanas de invierno se tiñen de carmesí, al agazaparse entre los pliegues de las sábanas. Los recuerdos de las primeras veces se tiñen de carmesí al rejuvenecerse con los sentimientos que rememoran el ayer.

Pero, el carmesí se potencia en pleno solsticio de verano por celebrar la luz del sol que ilumina lo cumplido de los años. Las letras de los mensajes se hilvanan, una a una, hasta construir una guirnalda sobre los cerezos. Las felicitaciones revolotean distraídas entre las copas y platos, como unas decorativas mariposas en torno a la mesa. Las empanadillas copian la forma de su sonrisa para contagiar la alegría entre lo tintineado de los brindis y lo febril de los mercurios. Y la soñadora en pijama se perfila los besos para colorear cada instante con el feliz palpitar de su existencia.

Y así un hombre cualquiera diseña un calendario repleto de celebraciones, cotidianidades y aniversarios, junto a la soñadora en pijama, para colorear incluso los días grises.

domingo, 19 de junio de 2022

Lo pagano de los murciélagos

Un hombre cualquiera saborea un salmorejo al ajo, más mortal que una bala de plata o una estaca de madera, cocinado por una soñadora en pijama.


Las ondas hertzianas revolotean hasta posarse bocabajo dentro de la pantalla. Tras un parpadeo, la imagen vuelve a su posición natural llena de cientos de vampiros que miran directamente a cámara. A este lado de la pantalla con el ajado salmorejo de por medio, los colmillos pierden su temida mordida, el pálido pierde su mortecina apariencia y las capas pierden su solemnidad en favor de un pagano carnaval. La memoria cultural busca referentes en Nosferatu, entrevista con el vampiro, el Drácula Yeyé, la abuelo de la Familia Adams, el Condemor, Crepúsculo, Abierto hasta el amanecer


Pero en este caso, los cientos de vampiros de Whitby Abbey, en plena diócesis de York, rinden pleitesía al ínclito y maravilloso Drácula de Bramm Stocker, ante las góticas ruinas de la abadía. De hecho, 1369 almas vestidas y calzadas de riguroso y elegante negro enlutaron el lugar, a pesar de conseguir el récord Guiness de más personas disfrazadas de Drácula en el mundo. En la distancia, un hombre con levita y chistera decimonónica observa al grupo de vampiros, mientras se pierde hacia la oscuridad que enviuda al atardecer.


Y así un hombre cualquiera se termina el plato de salmorejo para inmunizarse ante los vampiros y guarda su ejemplar de Drácula en el congelador.