sábado, 16 de septiembre de 2023

Lo enjaulado de la libertad

Un hombre cualquiera se encuentra en el alféizar de su balcón un alterado y nervioso ejemplar de azulejo de las montañas.

El pequeño pájaro parecía desconcertado y su actitud huidiza demostraba que escapaba de algo. La tranquilidad de la mañana de domingo de septiembre vaciaba la calle de tráfico y rutinas, sin rapaces a la caza. Lo desierto del vecindario tampoco parecía albergar peligros inminentes. Y hasta las palomas parecían haberse ausentado. Lo exótico de aquella criatura hizo disparar la cámara para capturar su imagen. Las primeras pesquisas se aventuraron a que un accidente había liberado al ave del zoo o de alguna tienda de animales. Pero resultaba extraño que sólo hubiese un pájaro y la migración desde América, quedaba totalmente descartada.


Al hacer zoom sobre la fotografía, el brillo de la anilla de la pata dejó leer el nombre de 'Larry'. La inmediatez de las redes devolvió una orden de búsqueda y captura internacional y, es más, el teléfono comenzó a sonar con un número oculto. Rápidamente apagué el teléfono, lo enterré en un tiesto de la ventana y me dirigí a la cocina para buscar una jaula de la despensa y un mendrugo de pan. Manipulé la miga en pequeños pedazos y fui usándola para atraer al Pulgarcito alado hacia su libertad entre los barrotes. Al echar un vistazo, vi un par de furgonetas negras con un aspa blanca dibujada en los laterales y un helicóptero merodeando por la calle, impulsando el cierre de las cortinas. La intimidad del hogar fabricó una indumentaria de anciana del armario de los disfraces. Un paraguas sirvió de bastón y Larry se agazapó en el carro de la compra. Bajando en el ascensor, sentí pasos apresurados subiendo por la escalera. Mi reflejo del espejo me devolvió a Emma Webster llevando de estraperlo a Piolín. Y debía ser convincente, porque el disfraz dió la pega para huir sin levantar sospechas. Unas calles más abajo alquilé un coche para huir al México ibérico. ¡Gibraltar!


Y así un hombre cualquiera salvó a Larry de la extinción premeditada por Elon Musk.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Lo berciano de los sentimientos

Un hombre cualquiera vive enamorado de la patria chica que alumbró a la soñadora en pijama.

Esta histórica comarca serpentea colinas y montes con el fluir del Burbia, el Noceda y el Sil, bajo los ferroviarios puentes que convierten al negro carbón en incandescente luz. Entre los capitalinos montes de León y las cumbres de palloza nevada de los Ancares, la hoya berciana se colorea por el rojizo de sus labradas tierras, el áureo mineral de sus esculpidas Médulas y el verdor perenne de sus virginales encinas. Además, el Pantone de El BIerzo se atempera con lo tinto del Mencía, lo toscano de su otoñada y lo encarnado de sus cosechas. Aquellas que conquistaron los romanos, diezmaron los señores de Bembibre e inspiraron a Gil y Carrasco y a Fustegueras Valdés


El tesoro berciano, ajeno a las leyendas del arca templaria, se encuentra ubicado en los mapas por la peregrina cruz empedrada de hierro, la heráldica cruz concedida de Peñalba y la abanderada cruz blanquiazul de San Andrés. Y, por si las dudas desorientan al visitante, como les ocurrió a las siete hermanas peregrinas, las herraduras se aprietan en Compludo y las flechas amarillas guían hacia el perdón de Villafranca, camino del fin del mundo. Allí donde cada noche abdica el astro rey, mientras aquí los hogares se abrigan sin armiño al calor del fuego del hogar con aroma a lo cocido del botillo, lo asado de las castañas, lo espirituoso del Godello y lo carmesí de las cerezas.


Y así un hombre cualquiera se convierte en consorte berciano por derecho y, sin duda, por sentimiento

domingo, 3 de septiembre de 2023

Lo alumbrado de los descendientes

Un hombre cualquiera escucha el primer llanto del futuro a la orilla de la ría.

Los alumbramientos se producen a plena luz del día o en mitad de la noche. Su reflejo ilumina la sonrisa de la madre después de meses de espera y palpita en los deseos por cumplir que le recita al oído. Mataré monstruos por ti las noches que las pesadillas se agazapen en la oscuridad del cuarto. Acamparemos, como indios okupas, con nuestras banderas y bufandas en la ribera del Pupas. Te vestiré de chaleco y bombín para celebrar las noches de boda. Te llevaré a la tierra de los conquistadores para que nunca pierdas el norte. Sin duda, el amor de una madre son las raíces que amarran el hogar.


Los nacimientos se esperan a plena sol o la luz de la luna. Su reflejo ilumina el orgullo del padre después de meses de espera y enumera los proyectos por cumplir mediante susurros al oído. Mataré sirenas por ti en los atardeceres que sus cánticos te oculten nuevos horizontes. Te levantaré el ánimo las tardes de partido en Balaídos sin bendición de la Rianxeira. Te enseñaré a firmar de puño y letra un buen pacto entre caballeros. Te llevaré en peregrinación al Obradoiro para entender que el final de un camino es el inicio de uno nuevo. Sin duda, el amor de un padre es el tejado que abriga el hogar.


Y así un hombre cualquiera celebra los nuevos recuerdos que están por llegar.