Un hombre cualquiera desconfia de
los personajes que se empeñan en reescribir la Historia, sin razón, ni TARDIS,
ni Delorean, ni puertas del Ministerio.
Islas Azores, marzo2003. Tony
Blair lucha contra el rebufo de los misiles para no despeinarse junto a Bush,
Aznar y un despistado Barroso, situado dos peldaños más abajo. Las huellas de
las firmas se convierten en laberintos circundantes, como pesadas losas de
mármol sobre su reputación política. De hecho, el antiguo inquilino de Downing
Street acabaría arrepintiéndose, una década después, de haber lastrado el
futuro de iraquíes, laboristas y de su propia trayectoria política.
Isla británica, abril 2017. Tony
Blair lucha contra la brisa que blande lo frágil de la bandera europea sobre
los oscilantes mástiles de la Common Wealth. El smog que envuelve al Brexit
difumina la realidad. Y los fantasmas reaparecen del pasado para confundirse
entre los británicos de a pie y alzarse como héroes del presente. A fin de
cuentas, los salvapatrias toman las armas para reescribir la Historia, pero la
acaban emborronando con la escoria de la pólvora. ¿Volverá a ser mayo en pleno
junio o la empresa de mudanzas lo cambiarán todo en el número 10?
Y así un hombre cualquiera confía en
reencarnarse en Doc, el Doctor Who o un funcionario del Ministerio del Tiempo
para arreglar la Historia.
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