domingo, 14 de abril de 2024

Lo insomne de los canarios

Un hombre cualquiera pasea de madrugada junto al Palacio Real; solo los cantos de los canarios rompen el silencio.

Aún faltaba para que se alumbrara el día, pero el palacio había madrugado con lo morado de las ojeras por un insomnio plebiscitario. El trajín de los pasillos, las urgentes prisas y las encendidas bombillas no permitían pegar ojo a ninguno de los habitantes palaciegos. El vaivén mareaba, como un barco naufragando en mitad del Campo del Moro. Los espejos duplicaban los bostezos, las camas vaciaban los sueños y las maletas arrastraban los cansancios. Y el incesante sonido de los canarios acompañaba las idas y venidas, iluminados por lo despierto de las lámparas.


Aún no acechaba el sol del Oriente. Y sin magia los reyes chamuscaban el incienso, apaciguaban la mirra y rapiñaban el oro. El eco del motor del Duesemberg era un sonido inapreciable entre el festivo tumulto de las calles. La descoronada corte preparaba atillos, despedía las estancias y comulgaban hacia el purgatorio. La vaporosa niebla del rápido de Irún ocultaba la tierra perdida. Los espejos duplicaban las lágrimas, las camas desahuciaban las tristezas y las maletas arrastraban los suspiros.Y el incesante sonido de los canarios acompañaba las despedidas, iluminados por lo diurno de los ventanales.


Y así un hombre cualquiera grita un ‘Viva la República’, como un canto esperanzador de un canario hacia el futuro.

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