lunes, 6 de enero de 2020

Lo curioso de las estampas

Un hombre cualquiera se encuentra con una curiosa estampa frente a la entrada del Escorial.

Desde los tiempos de Felipe II, cuando el atardecer del 6 de enero asombra los tejados del monasterio se produce una reunión al más alto nivel mundial. Aprovechando el cierre de puertas a los turistas, la Sala de Batallas se dispone con una mesa ovalada en el centro, con sus sillas y sobre la superficie las carpetas con la información de estraperlo. Allí sobre la puerta del infierno cada uno de los integrantes de la reunión recibe el listado de las ultimas tentaciones diseñadas por el innombrable para los meses venideros.

Tras la lectura del listado van saliendo a las puertas del monasterio, todos con los documentos bajo el brazo. Pero antes de despedirse deben dar la cifra de aquellos de sus acólitos que durante el año anterior cayeron en la travesura o las malas formas. Cada uno en su lengua van aportando la cantidad de niños malos de su lista, repartida según su territorio y su castigo correspondiente. Entonces los personajes abandonan el lugar empezando por los que tuvieron menos castigados. El Krampus germánico deja una rama de abedul y la Belfana un ajo y una cebolla. Con dirección al norte parten los  hijos de Grýla y Leppalúdidan con trece patatas menos en sus bolsillos y Pedro el negro les acompaña, dejando su saquito de sal. Los magos de Oriente aportan un saco de carbón. Y solo a las puertas del monasterio, el representante del cagatio, se queda con aquel cargamento por su derrota por tercer año consecutivo. Y cenando arenques otro 6 de enero.

Y así un hombre cualquiera descubre por casualidad escenas propias de un guión del Ministerio del Tiempo.

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