domingo, 28 de abril de 2024

Lo quincuagésimo de los relatos

Un hombre cualquiera se despierta sobre un aterciopelado diván, que se alfombra por las escritas historias reales y las leídas experiencias ficticias.

Pareciera que han pasado apenas 19 días, pero son más de 500 noches de urgencias, disimulos y rutinas al otro lado de unas gafas, que narran desde una coloreada mirada cualquiera. Una carrera de fondo con un modesto Fiat Cinquecento que se fue personalizando hasta competir sobre el asfalto de Indianápolis. Se invirtió, principalmente, tiempo, porque el pingüe capital no llegaba, ni por asomo, a la moderna arquitectura de lo morado de los billetes. Como mucho, a modo de amuleto, una dorada moneda de quinientas pesetas se agazapa en la guantera, una divisa circulando sin permiso y con solera. Justo al lado, los kilómetros recorridos se miden en ríos de tinta que dibujan los mapas, donde habitan dragones, donde amarillean las flechas y donde se sueña en pijama. El conductor amortigua la miopía con un innato sentido de la orientación que partió de las olimpiadas londinenses y que, sin ninguna noción de conducción, divisa el parisino horizonte olímpico. Sin medallas ni laureles, las doce pruebas de Astérix se han ido superando y el fuego de la antorcha sigue encendido para iluminar los próximos caminos por recorrer.

El pequeño utilitario cuenta con la capacidad de un transporte de gran tonelaje que comparte viaje con mujeres y hombres extraordinarios. Personas y personajes que inspiran el cuaderno de bitácoras y nunca expirarán, porque se han convertido en eternos. Al fondo, el maletero está repleto de baúles que atesoran libros, discos, películas y cuadros, que han sido inconscientes musas por el simple hecho de existir. Y, obviamente, hay álbumes de fotos que inmortalizan el arte de quienes observan la vida con lo enmarcado del obturador y que han ayudado a imaginar relatos que ni ellos mismos sabían que habían fotografiado. También, se almacenan artículos de opinión, cintas con series y programas de televisión y noticias que han traspasado las pantallas y el papel para revivirse en universos paralelos. Y los recuerdos que no ocupan lugar, pero habitan momentos para revisitar siempre.

Y así un hombre cualquiera se fija en el techo, que se empapela con cheques en blanco por escribir y firmar de su puño y letra.

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