miércoles, 16 de agosto de 2017

Lo imperecedero de los nudos




Un hombre cualquiera advierte de la pérdida del sentido común, cuando el locutor de radio sentencia: "Este país está de psiquiátrico".

La sombra de la cruz del Valle de los Caídos es, más que alargada, eternamente oscura. Una oscuridad que tiznó el interior de los nudos que procuraron dejar todo "atado y bien atado". Pero la esperada putrefacción de la cuerda parece ser imperecedera y el ancla del Azor sigue amarrándose fuertemente a las negruzcas profundidades. Allí donde la amnesia de la transición se encalló y que hoy,  mejor tarde que nunca, necesita del diván de Freud para buscar un diagnóstico a los egocéntricos trastornos mentales.

El urgente consejo médico del locutor vino auspiciado por los titulares que avivan las ascuas del belicismo. Asombrados, cada día, nos despertamos con ridículas peticiones de borrado de poetas de las placas de las calles; o, afirmaciones rimbombantes de que el dictador no mandó asesinar a ninguna persona desde su despacho del Pardo; que fue la justicia, dicen. Llegados a estas alturas, ya deberíamos de saber que tergiversar o borrar la historia nos hunde más, profundamente, en un degenerativo alzheimer sin retorno y abocado al más absoluto de los olvidos.

Y así un hombre cualquiera pone la radio en la ventana para que el eco de las ondas propicie el izado del ancla.

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