lunes, 12 de febrero de 2018

Lo radiado de las palabras

Un hombre cualquiera imagina las ondas radiofónicas trotando en pleno vuelo hasta alcanzar cada transistor.

Quien dijo que una imagen vale más que mil palabras no había escuchado jamás la radio, o no le había prestado la atención que requiere. Esas mil palabras pueden detallar hasta la extenuación el matiz del color, el ángulo de cada forma y hasta el volumen cúbico que a simple vista pasarían totalmente desapercibidos. Además, la narración del locutor evoca la imaginación dormida, alimenta la capacidad reflexiva y humaniza lo contado sin lo prejuicioso de la mirada y lo desapegado de la lejanía. Lo contado, más que lo leído o lo visto, profundiza en la conciencia, por la íntima relación invisible entre el locutor y el oyente. 

Y, con todo y con eso, la radio se basa en la característica fundamental del ser humano, la comunicación. Son las ganas de contar con la necesidad de saber. Incluso, en ocasiones, se invierten los papeles cuando el locutor abre los micrófonos a los oyentes y ellos se convierten en protagonistas. Ambos amarran los micrófonos para que los mástiles permitan ondear las palabras a pesar de la fuerza del viento.


Y así un hombre cualquiera seguirá creyendo en las narraciones radiofónicas que alimenten el mito de Pegaso

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