lunes, 20 de enero de 2014

Lo perseguido de las avionetas


Un hombre cualquiera nunca ha volado en avión porque no ha surgido la ocasión y, también, porque le gusta tener los pies en la Tierra u otros planetas. 


Exterior día, cielo despejado sin una sola nube. Más que avión, era una avioneta; bueno, más bien, era un mosquito metálico, por el ruido, en la inmensidad del cielo azul. La huelga de turbulencias propicia las piruetas y acrobacias del aeroplano, que recuerdan a una nadadora de sincronizada, pero en plan lavado en seco a varios metros sobre el nivel del mar. 

Fotografía cedida por  http://www.flickr.com/photos/evestylah

Y después de dibujar sobre el lienzo atmosférico llega el momento de volver a tierra firme. En mi mente, todos los aterrizajes rememoran, una y otra vez, la mítica persecución a Roger O. Thornhill hasta que el avión toma tierra y, obviamente, retoman su realidad tripulación y pasajeros. Y, mientras tanto, el constreñido de Cary Grant recupera el aliento y se toma un refrigerio en la cafetería hasta la próxima llegada; esperando que la niebla lo oculte todo y le permita escaquearse, para tomarse una copa a medianoche, en el Café de Rick.


Y así un hombre cualquiera busca vuelos de clase turista para experimentar síndromes y poder llevar chanclas con calcetines.

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