lunes, 20 de octubre de 2014

Lo abanderado de los auriculares



Un hombre cualquiera acude a un congreso de fin de semana sobre vexilología para escabullirse de una tediosa reunión familiar.

Un hombre cualquiera observa curioso a un solitario asistente, sentado en la penúltima fila del patio de butacas. Vagamente, el asistente observado lee el dossier congresual, que le describe los puntos principales de la jornada, mientras el ponente comienza la primera conferencia; "La historia de la bandera del Bierzo".

El asistente recoge, de manos de la azafata, los auriculares para la cuarta conferencia del día. Absorto del contenido del congreso, el asistente está más concentrado en otra cuestión. Su rostro define su pensamiento, "parece que ella tiene la voz todavía más dulce que la última vez, incluso diría más, es tan tierna que se desmenuza con cada sílaba". Mejor dicho, visto desde fuera, es él quién se desmigaja en la butaca al sentir vibrar aquellas palabras suavemente en sus tímpanos. El ritmo cardiaco se acompasa entre los acentos y silencios de ella. Más que por el contenido del discurso, su atención se centra en la articulada y limpia alocución, ajeno al tiempo de descuento que marca el cronómetro. Al final, la ponente se despide entre aplausos. Mientras, la azafata, inconscientemente, le aleja de aquella voz, sin rostro ni aroma, al recoger los auriculares de la traducción simultánea.

Y así un hombre cualquiera alcanza la primera línea de las trincheras en la batalla familiar para hacer ondear la bandera blanca de la paz.

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