Un hombre cualquiera siempre se sorprendió
ante los emborronados billetes con tatuajes improvisados sobre Benito Pérez
Galdós, que algún rebelde diseñaba contra
la devaluación de la peseta.
El operario de la oficina del
cambio de divisas del aeropuerto recibe una retocada moneda interplanetaria de
un cliente de incógnito, vestido con gabardina, gafas de sol y un maletín de
ejecutivo, que antecede en el mostrador a la nerviosa aventurera de las
siestas. El cliente, sin pasaporte
marciano ni ticket del parking para el Enterprise, no entiende la curiosa cara
del responsable del mostrador al ver sus billetes. Mientras, en twitter, la
aventurera de las siestas, ajena al primer acto que se desarrolla a dos metros
de ella, cuelga una fotografía de unos billetes de euros bajo el hanstag #montadaeneldolarcanadiense.
El segundo acto comienza con un
plano detalle del billete de cinco dólares canadienses, recreando, con una
cuidada técnica patrocinada por bic cristal, el retrato del capitán Spock sobre
la efigie de Sir Wilfrid Laurier, séptimo primer ministro de Canadá. Ante tanto
nerviosismo, la cartera del misterioso cliente decide lanzarse en caída libre,
saliéndose un billete de viaje, a nombre de Leonard Nimoy, para una paradisiaca
isla donde vivirá la eternidad junto a Elvis, Kurk Cobain y El Fary. Una
sonriente aventurera de las siestas se
despide del misterioso cliente con el universal saludo treki, como metáfora del
tercer acto.
Y así un hombre cualquiera propone
el puente de Gothan para los billetes de 500 euros por aquello de la ficción.
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