domingo, 29 de noviembre de 2015

Lo otoñal de Pushkin



Un hombre cualquiera patea las hojas secas, que alfombran los caminos, para rebuscar la realidad que esconden bajo su trampantojo. 

Un señor con levita que se parece a Pushkin escribe en un bloc de notas sobre un banco del parque. El otoño se desoja en marrones y ocres. Una hoja impulsada por la gravedad cae sobre sus notas. Cuidadosamente escribe sobre ella. La coge por el tallo y una ráfaga de viento la pierde sobre la hierba. Las palabras se las lleva el viento, piensa abstraído. La hoja recorre el césped hasta chocar contra el talón de una joven que mordisquea un cucurucho de castañas asadas. Sus miradas se cruzan, pero ella acaba marchándose sin miramientos. Las señoritas estrechas no creen en los versos de los poetas.

¿Quién coño me ha robado los meses de otoño? A veintinueve grados centígrados, una extraordinaria fiebre extiende la agonía veraniega. El veranillo de San Martín impide a los poetas escribir sobre la decadencia y lo arrugado del tiempo. Hoja a hoja el otoño vaciará el bloc de notas del parque para que las cercanas fechas de consumismo financien nuevos cheques en blanco para firmar. ¡Fomenten la escritura como terapia para vivir y que los cuadernos llenen las alforjas de los camellos y el maletero del trineo!.

Y así un hombre cualquiera recuerda el agónico verano cuando los meteorólogos fulminan la fiebre de los termómetros con un gélido viento siberiano.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Lo narrado de los sueños



Una soñadora en pijama despierta a un hombre cualquiera, en mitad de la noche, para contarle una pesadilla antes de la campaña electoral.
 
El reflejo de la luz del teléfono móvil le aporta la típica luz para contar historias para no dormir, a pesar de que mañana es día de escuela. Tras apoyarnos sobre el cabecero, la soñadora en pijama comienza a contarme su sueño: "Hemos cometido un atraco del 'copón' en el Hotel Belaggio de Las Vegas" Nerviosa me lo comenta como si la habitación estuviera intervenida por micrófonos. Pero, en voz baja, ella sigue contando. "Nosotros formábamos parte de la banda de atracadores  y nos acompañaban Albert Rivera y Pablo Iglesias. Salimos corriendo y cogíamos una furgoneta Volskwagen, para que no nos dieran alcance el equipo de seguridad de Ed Deline". Ojiplático sigo cada una de las palabras de su narración. "En el camino de huída vemos un enorme cartelón anunciando un concierto-tributo a Michael Jackson, buscamos aparcamiento en un apartado callejón, y nos adentramos en el local para celebrar con Rivera e Iglesias el botín del robo".

Mientras me pregunto que habíamos cenado la noche anterior y como había llegado a unir todos los conceptos del sueño, la soñadora en pijama continúa la narración "Los recepcionistas del local nos dieron un disfraz de plátano y otro de azafata de aviación de los años 50". Al escuchar esto le digo que yo me dedicaría a a cantar 'Peanut Butter Jelly Time', emulando a Brian en Padre de Familia. Ella me mira mal y me dice, "No, quien canto soy yo". Y sigue contándome. "Tras ponerme el disfraz de azafata me pongo a cantar 'Soldados del Amor'. Y, de ahí, el sueño continúa a la mañana siguiente. Nosotros huíamos junto con Albert Rivera, que no paraba de reírse a carcajadas, mientras el resto de la banda con Pablo Iglesias habían excavado un túnel de huída desde la chimenea de nuestra casa. Y yo lo único que pensaba era que la policía iba a sospechar de nosotros, porque el túnel partía de nuestra casa y que el resto se iban a ir de rositas".

Y así una soñadora en pijama y un hombre cualquiera, ayudados por el insomnio provocado por la pesadilla, se ponen a rellenar la solicitud del voto por correo.

martes, 17 de noviembre de 2015

Lo desmentido de la muerte



Un hombre cualquiera se atraganta con el desayuno dominical al descubrir en la prensa que un amigo ha sido víctima de los atentados de París.

La estupefacción del primer momento le hace abalanzarse sobre el teléfono móvil. Necesita compartir la impotencia y tristeza, pero, sobre todo, busca a alguien que le desmienta lo que el gobierno y los periódicos confirman. El silencio inicial cuando le descuelgan el teléfono destierra cualquier esperanza. La conversación es corta y, sobre todo, torpe. Se despiden con un abrazo que se siente a pesar de los cientos de kilómetros. Son las 12:30 horas. Tristeza, indignación, recuerdo... Inundan sus pensamientos en las horas siguientes.

Tras asumir lo narrado, el abandono de las informaciones es la mejor decisión. "Ojos que no ven...". Tras varias horas voluntariamente incomunicado, la curiosidad volvió a despertarse. A las 16:32 horas, la parpadeante luz del teléfono móvil sirvió de resorte para volverse a conectar a la información. Y ahí en medio de todas las muestras de cariño y solidaridad, un mensaje, desde un geográfico mas allá, desmintiéndolo todo. Esto es increíble. ¿Alguien tenía acceso a su perfil? Fue el primer pensamiento. Pero, la cautela duró lo que se tarda en descolgar el teléfono. La fulminante llamada ofreció la esperada confirmación "Esta vivo. Te lo confirmo al 100%, hemos hablado con él"

Y así un hombre cualquiera pletórico por la alegría pronto vuelve a la realidad, porque sabe que la tristeza sigue acompañando a miles de allegados a los que no les desmintieron la noticia.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Lo sempiterno del faro



Un hombre cualquiera de camino al cementerio, el uno de noviembre, observa ramos de flores en varias cunetas sin lápida pero con vidas a las que les robaron el futuro.

Los ojos vendados les dejaron recordar lo que el tiempo les dejo hilvanar con sus agujas. El intermitente faro iluminaba la goyesca escena, mientras los antagonistas cargaban las escopetas en primera línea de playa. ¡Fuego! Gritó nervioso el cabecilla. Un resorte les hizo arrodillarse y una bala sin puntería rozó la sien del más bajo. Su venda se alzó levemente. El haz del faro ilumino a sus asesinos, que había visto crecer en la última fila de pupitres, casi sin darse cuenta.

El rigor histórico lo aportan los perdedores, que salan con su testimonio la edulcorada narración de los vencedores. Sin duda, la historia avanza paralela y concéntrica al pasado que la precede. Imita a la lengua de las mariposas que nos enseñó Don Gregorio, interpretado por el sempiterno Fernando Fernán Gómez, en las postrimerías de la guerra civil. Nuestra historia, sus vidas y el pasado necesitan recopilarse y contarse a los que no  la conocen, para que nunca repitan lo que otros quisieron que olvidáramos. Y el descuido de la memoria necesita de Cuerda, de Rivas, de Pérez Reverte y de todos aquellos que impidan que acabemos corriendo detrás del camión gritando inconscientemente: "¡ateo, rojo, ornitorrinco, espiritrompa...!"

Y así un hombre cualquiera entiende la necesidad del descanso de los que se han ido para honrar su memoria personal, familiar y, sobre todo, nuestra Memoria Histórica.