Un hombre cualquiera pasea desolado por el pueblo viejo de Belchite entre
las ruinas de la guerra.
El paseo se hace menos triste junto al maño ilustrado. Las paradas
esporádicas sirven para el descanso y, también, para que el artista dispare
esbozos sobre el blanco de su libreta. El sol avanza iluminando el paisaje
hasta convertir lo nítido en sombríos fantasmas y la más profunda oscuridad en
la luz al final del túnel. Poco a poco, el juego de luces y sombras se van
plasmando sobre el vacío de las hojas.
Los trazos van describiendo una mesa en mitad de la calle a la que va
añadiendo sillas a su entorno. Alrededor la destrucción de la guerra sigue
intacta y necesaria. Al levantar la vista, la realidad ha instalado la misma
mesa con sus sillas sobre la inicial calle desierta. Él sigue dibujando
concentrado, ajeno a su influencia y a la sorpresa de su compañero de
bitácoras. Quien se levanta para sentarse en lo imaginado y cerciorarse que
realmente existe. Sobre la mesa unos carteles anuncian los nombres y puestos de
los principales políticos llamados a resolver el presente. El maño ilustrado
levanta la mirada y afirma. "Para que las negociaciones alcancen un buen
acuerdo deben realizarse dentro del peor escenario al que pueden llegar".
Y así un hombre cualquiera entiende, más que nunca en estos días, que las
equivocaciones del pasado se deben evitar al definir el futuro.
Mil gracias, amigo. Lo guardo como lo que es, un gran regalo. Un abrazo. Alberto.
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