jueves, 31 de diciembre de 2020

Lo ilusionado del horizonte

Un hombre cualquiera, sentado frente al horizonte nevado, observa el último atardecer del año.

El vaho de sus exhalaciones se asemeja a las señales de humo de las chimeneas, junto a las que se prepara la bienvenida del año nuevo. Poco a poco, las sombras se van alzando sobre el paisaje ante la cada vez más tenue luz del sol. Fantasmagóricas siluetas van creciendo de los pliegues de las montañas, monstruos agazapados se muestran tras los edificios y los centenarios árboles con sus enrevesadas ramas parecen diseñados por el mismísimo Tim Burton. Sin duda, el escenario de despedida es digno de lo vivido en el año que termina.

El valle queda borrado entre escasos grises y pardos y una infinita negrura. La oscuridad comienza a salpicarse con tímidas pinceladas amarillas y blancas desde las ventanas de las casas, como miniaturas esbozadas por Hopper. El contagio se extiende con las multicolores luces navideñas que describen el alma del valle. Y, por fin, el alumbrado público ilumina el mapa de calles, plazas y parques para reencontrar la felicidad confinada.

Y así un hombre cualquiera se ilusiona por la llegada del próximo amanecer que despuntará desde el horizonte para un ¡Feliz 2021!

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