domingo, 21 de marzo de 2021

Lo musical de la felicidad

Un hombre cualquiera necesita oxígeno, alimento, amor y música para alcanzar la felicidad.


La música se recibe por el aire, alimenta el alma y te enamora a primera vista al llegar al corazón. La música conjuga las necesidades primarias de la felicidad. Y todo se ilumina desde la clave de sol. La misma que preside el pentagrama colmado de sentimientos, cómo cualquier composición cultural, y, en este caso, con la ordenación de las notas musicales y el silencio para tomar el ritmo y el compás. Y, a continuación, llegan los juglares y poetas para construir versos y estrofas y para revivir historias que a fuerza de repetirse se convierten en anécdotas propias. Estas repeticiones convierten a las canciones en oraciones que se aprenden sin un dios al que rogarle y con algún demonio al que mortificar. Y, con todo, los mares de músicas, que lo inundan todo, están repletos de cantos de sirenas que desguazan nuestras embarcaciones por unos minutos contra el constante temporal de la realidad. 


Sin duda, la música puede atesorarse en vinilos, MP3 o en cachitos de hierro y cromo, pero sabemos a ciencia cierta, que nunca se borra de la memoria. El mismo lugar por el que siempre paseará Ariel Rot acompañado con su voz en off por los paisajes que abarcan desde Finisterre al desierto de Tabernas. Él percutiendo su bajo para seguir las músicas que crecen de la tierra y fluyen como afluentes a un mar de músicas. Y, desde dónde, este Rodríguez de acento bonaerense nos ha demostrado que se puede cruzar la península de músico en músico sin perder nunca el ritmo; porque tenemos un país para escucharlo.


Y así un hombre cualquiera se sienta feliz y agotado de bailar hasta el último bis con el cartel de fin de película del oeste.

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