domingo, 19 de diciembre de 2021

Lo vivo de los libros

Un hombre cualquiera viaja en bus de camino a los entresijos que se cuecen en la villa y corte 


A través de la ventana, la ciudad camina en su día a día. Las cortinas de la clínica del doctor García se abren para que el sol ilumine las estancias. Bajo los balcones, el tráfico ralentiza a un bus, cuyo paso se equipara a los andares de la muchacha rubia, que lleva en su mochila un llavero colgando con el nombre de Lulú.

Calle arriba, el semáforo en rojo provoca que sobre las cristaleras del autobús se refleje el escaparate con vestidos de novia de la tienda de Manolita. La misma que diseña los deseos de las prometidas sobre la tela de los cheques en blanco de la felicidad. Una de las clientas se prueba uno de los vestidos y simula unos pasos de tango para probar la celebración nupcial. Un par de locales más adelante, quizá el futuro marido de la clienta de Manolita se encuentra frente a los ventanales de la agencia de viajes para planear una vuelta al mundo bajo el pseudónimo de Philleas Fogg para la luna de miel. Tras retomar la marcha, una brisa fría se cuela por las ventanas abatibles del autobús, que siguen abiertas por recomendación sanitaria. Por ellas se cuela las campanadas del mediodía de la Almudena. Ella sigue latiendo a corazón chulapo y batiente a pesar de la orfandad que sufre la ciudad con su ausencia.

Y así un hombre cualquiera persigue el alma de la escritora a pesar de seguir con el corazón helado.

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