domingo, 12 de diciembre de 2021

Lo incalculable de la suerte

Un hombre cualquiera se encamina a la administración de lotería para comprar suerte.

En su marcha va buscando cifras para marcar en el boleto. Suma el número de baldosas sueltas. Se fija en la nomenclatura de los buses urbanos que pasan por la calzada. Cuenta el número de patas de los perros que pasean a sus dueños en su misma dirección y les resta a los que vuelven. Divide los coches con matrícula par entre los automóviles de color azul. Calcula el número de turistas por su indumentaria 'made in Plaza Mayor con sabor a relaxing cup of café con leche'. Y, finalmente, detalla y recuenta en tres grupos a los seguidores de Melchor, Gaspar y Baltasar, que se cruzan en su camino.

En la cola de la administración le preceden una señora con chubasquero y bolso que está comprando sus primitivas semanales. Y, justo delante, un padre con su bebé en la mochila, que avanza hasta el mostrador tras la marcha de la longeva clienta habitual. El lotero, con una sonrisa que acentúa las arrugas del tiempo, saluda al bebé; mientras comprueba los boletos y emite una Bonoloto y unos Euromillones, cómo cada semana. Al despedirse, el lotero dice: "No le deseo suerte, ya la lleva en la mochila"

Y así un hombre cualquiera comienza a calcular la suerte en mililitros de biberón.

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