viernes, 8 de septiembre de 2023

Lo berciano de los sentimientos

Un hombre cualquiera vive enamorado de la patria chica que alumbró a la soñadora en pijama.

Esta histórica comarca serpentea colinas y montes con el fluir del Burbia, el Noceda y el Sil, bajo los ferroviarios puentes que convierten al negro carbón en incandescente luz. Entre los capitalinos montes de León y las cumbres de palloza nevada de los Ancares, la hoya berciana se colorea por el rojizo de sus labradas tierras, el áureo mineral de sus esculpidas Médulas y el verdor perenne de sus virginales encinas. Además, el Pantone de El BIerzo se atempera con lo tinto del Mencía, lo toscano de su otoñada y lo encarnado de sus cosechas. Aquellas que conquistaron los romanos, diezmaron los señores de Bembibre e inspiraron a Gil y Carrasco y a Fustegueras Valdés


El tesoro berciano, ajeno a las leyendas del arca templaria, se encuentra ubicado en los mapas por la peregrina cruz empedrada de hierro, la heráldica cruz concedida de Peñalba y la abanderada cruz blanquiazul de San Andrés. Y, por si las dudas desorientan al visitante, como les ocurrió a las siete hermanas peregrinas, las herraduras se aprietan en Compludo y las flechas amarillas guían hacia el perdón de Villafranca, camino del fin del mundo. Allí donde cada noche abdica el astro rey, mientras aquí los hogares se abrigan sin armiño al calor del fuego del hogar con aroma a lo cocido del botillo, lo asado de las castañas, lo espirituoso del Godello y lo carmesí de las cerezas.


Y así un hombre cualquiera se convierte en consorte berciano por derecho y, sin duda, por sentimiento

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