domingo, 3 de septiembre de 2023

Lo alumbrado de los descendientes

Un hombre cualquiera escucha el primer llanto del futuro a la orilla de la ría.

Los alumbramientos se producen a plena luz del día o en mitad de la noche. Su reflejo ilumina la sonrisa de la madre después de meses de espera y palpita en los deseos por cumplir que le recita al oído. Mataré monstruos por ti las noches que las pesadillas se agazapen en la oscuridad del cuarto. Acamparemos, como indios okupas, con nuestras banderas y bufandas en la ribera del Pupas. Te vestiré de chaleco y bombín para celebrar las noches de boda. Te llevaré a la tierra de los conquistadores para que nunca pierdas el norte. Sin duda, el amor de una madre son las raíces que amarran el hogar.


Los nacimientos se esperan a plena sol o la luz de la luna. Su reflejo ilumina el orgullo del padre después de meses de espera y enumera los proyectos por cumplir mediante susurros al oído. Mataré sirenas por ti en los atardeceres que sus cánticos te oculten nuevos horizontes. Te levantaré el ánimo las tardes de partido en Balaídos sin bendición de la Rianxeira. Te enseñaré a firmar de puño y letra un buen pacto entre caballeros. Te llevaré en peregrinación al Obradoiro para entender que el final de un camino es el inicio de uno nuevo. Sin duda, el amor de un padre es el tejado que abriga el hogar.


Y así un hombre cualquiera celebra los nuevos recuerdos que están por llegar.

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