Un hombre cualquiera celebra el 14 de julio, brindando con
un afrutado burdeos y degustando un aromático roquefort, durante su anual
ataque de amnesia histórica.
Un hombre cualquiera siente el desperezar de una nueva vida a
mano descubierta sobre el cómodo cobijo materno, a menos de un mes de comenzar
a bordar futuros recuerdos sobre el libro de familia. Esta sensación provoca un
escalofrío desde las yemas de los dedos y hasta las entrañas del corvejón , que
empequeñece, en lo que dura un simple parpadeo, las triviales preocupaciones y
problemas del día a día.
Y mientras tanto, la espera, que el reloj recorta en forma
de guirnaldas entre sus manecillas, se aminora entre preparativos, arreglos y
planes. La lenta rapidez del tiempo nos hará recordar aquel caluroso verano, que
tardó un siglo en pasar, a la sombra del continuo planear de una cigüeña que no
acababa de llegar con su parisino pedido.
Y así un hombre cualquiera afrancesa su paladar mientras comienza
a tararear aquello de 'allons enfants de la patrie...' hasta que recobra la
entonación del himno de Riego.
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