jueves, 10 de julio de 2014

Lo oblicuo de los obituarios



Un hombre cualquiera escucha un vespertino programa de la FM cuando la programación se ve alterada por una última hora, Di Stéfano ha sido fichado para la eternidad.

El obituario empieza y termina con la esférica vocal con forma de pelota de balompié, redondeando el circular ciclo de la vida. Al fin y al cabo, fútbol es fútbol y la muerte es un árbitro severo e imparcial que marca el final del partido sin victoria ni empate, aunque las crónicas siempre se escriben en negrita y cursiva con una oblicua versión de la obra y milagros del difunto en cuestión.

Las líneas del césped delimitan al titular del suplente, aunque también se juega el partido en la grada, en la banda y, sobre todo, en el banquillo. ¡GOL!, suena con el añejo soniquete en blanco y negro y con gafas de sol de Matías Prats. Y, al final, el resultado del once contra once se resume por el sucinto epitafio, sin posibilidad de contraataque,  sobre el campo de mármol.

Y así un hombre cualquiera oye un fuerte balonazo sobre la fachada de la embajada argentina, donde los alevines juegan a media tarde con el sueño de convertirse en la 'saeta rubia'

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