lunes, 22 de febrero de 2016

Lo memorizado del olvido


Un hombre cualquiera encuentra un maletín con catálogos de ascensores y la hoja del lunes del 23 de febrero de 1981 en la caja de objetos perdidos de un hotel.

Subir de los oscuros sótanos del infierno al liberado nivel a pie de calle necesita de seguras escaleras con pasamanos o de un ascensor con poleas reforzadas. Así, la visión comercial alemana envió a Helmut para llenar de montacargas el prolífico boom inmobiliario post-franquista. Tras patearse medio extrarradio llegó a su céntrico hotel. Comió algo en la barra del bar y subió a su habitación. Tenía más cansancio que sueño, así que, tras archivar los contratos del día y organizar su agenda, se puso el televisor. Un aparentemente aburrido thriller político monopolizaba la programación, mientras contemplaba la hoja del lunes, que giraba en torno al titular indiscutible de la jornada, la investidura de Calvo Sotelo

De repente la parsimoniosa votación se paró en seco. ¡Quieto todo el mundo! Los disparos desconcharon las cornisas que decoraban el recién pintado sueño democrático. Los ruidos de sables devolvían al miedo con insomnio y a las pesadillas enterradas en las cunetas. La atención del desconcertado comercial germano se desvió al ventanal con vistas a la Carrera de San Jerónimo. Cinco Seat 131 frenaban ante el Hemiciclo apeándose  una docena de tricornios con fusil. Ante la peligrosa incertidumbre televisada y avistada, Helmut recogió la maleta y su cartera. Devolvió su llave y atrapó un taxi que voló hacia Barajas. Mientras, Juan Carlos I leía su discurso en blanco y negro; Helmut respiraba todavía agitadamente al sobrevolar los últimos kilómetros de una asustaba península, que aguantaba la respiración ante una nueva historia para no dormir.

Y así un hombre cualquiera seguirá buscando entre los objetos perdidos que guardan historias memorizadas contra el olvido.

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