domingo, 17 de marzo de 2024

Lo irlandés de marzo

Un hombre cualquiera se planta frente al espejo a lo Russian Doll, después de apagar el dejavu y tratar de izar los párpados mínimamente.

De repente, se queda ojiplático al observar su cabellera y su prominente barba teñida de un llamativo color pelirrojo. Pinta en mano y danzando por la música del pub se vuelve a la mesa, rodeada de sillones, en la que se ha empadronado. Sin pasaporte, ni brújula ha llegado allí bajo un cielo color algodón con un nuboso giste irlandés. Un álbum de fotos amarillentas por la malta y lúpulo brinda por los recuerdos compartidos.


"Descanse en pub", de A. Arias Gallego

Una sonrisa le ilumina la cara y sus papilas gustativas rememoran el frío sabor de la cerveza a medida que van llegando los de siempre. La elegante señora victoriana del pelo azul, el hombre con alma de lord con gabardina y paraguas, el pirata cojo sin parche en el ojo y pendiente con loro y la princesa carmesí de mechón morado y corona almenada. Algunos acuden con kilt, otras con pashmina esperanza, hay a quien le brota una camisa por debajo del jersey y hasta se han atrevido con algún corsé para cortar la respiración y quitar el hipo. Una elegancia sobredimensionado como excusa para rellenar con instantáneas vitalicias el cuaderno de bitácoras. Lo reverdecido de lo irlandés lo invade todo, en honor al patrón de las cañas, las pintas y los botellines.


Y así un hombre cualquiera vuelve a su estado físico habitual al sufrir lo innegociable de la resaca

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