Un hombre cualquiera intenta esquivar
la asfixiante realidad utilizando
túneles hacia el bosque excavados por claustrofóbicos adalides de la libertad.
Los planes de huída necesitan de
alternativas al proyecto inicial por si los 'monos' acaban descubriéndonos y
nos mandan a la nevera. Las ansias de libertad motivan al preso a retomar un
buen comportamiento cívico, acallar su ira a flor de piel y acatar normas
ancladas en un pensamiento invertido al suyo propio. En este caso, el
'maquiavélico' dogma de que el fin justifica los medios se convierte en
absoluto y prioritario para alcanzar el aire fresco y la pávida incertidumbre
fuera de los atestados barracones.
Tras arrastrarnos durante un
centenar de metros bajo tierra sólo nos queda correr hacia el bosque y buscar
un compendio de subterfugios extra para llegar a casa. Lo oculto a 10 metros
bajo el suelo se encuentra lejos de indiscretos ojos y peligrosos rastreadores,
pero una vez en la superficie la escapatoria se recrudece al convertirnos en
blanco de francotiradores y espías. Al final, los riesgos de la deserción se
miden por el número de mártires y por las melancólicas alegrías de los que han
conseguido pasar la frontera.
Y así un hombre cualquiera se
convierte en un fugitivo con la maleta preparada detrás de la puerta como
beneficiario de la Gran Evasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario