jueves, 27 de septiembre de 2012

Lo inconfundible de los extraordinarios (primer caso práctico)



Un hombre cualquiera tiene la innata capacidad de toparse con seres extraordinarios y personajes inconfundibles entre la puerta de la panadería y el altar del Olimpo.

La perseverancia sobre la búsqueda de objetivos y, más allá, de los sueños es una tremenda hazaña que comienza por plantar cara al mundo y, si no lo permite, buscar un plan b para contraatacar. El caso más empático con esta afirmación se produjo, hace siglos, con un polivalente mafioso polaco capaz de cruzar el telón de acero como espía secreto de la KGB que, con la misma soltura, se cruza el charco para negociar una tregua navideña en el ala oeste de la casa blanca. Y, la verdad, hay individuos cuya perseverancia desconoce de fronteras, obstáculos y, sobre todo, de imposibles para el resto de los mortales.

Y sin duda estos individuos se cubren bajo un misticismo masónico con el que adquieren la habilidad de estar con los mejores y, sin despeinarse un ápice, desenvolverse indistintamente con los que se mueven a ras del breado asfalto. Su paseo por los distintos decorados del teatro se hacen sin ningún traspiés y, aunque en el peor de los casos el tropiezo fuera inevitable, se adapta a las circunstancias como una anécdota más para el cuaderno de bitácoras.

Y así un hombre cualquiera aprovechó su potencial facultad para atrapar la fugacidad que caracteriza a lo inconfundible de los extraordinarios.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Lo imprevisto del viento


Un hombre cualquiera acciona con la llave el motor del  coche y una música pegadiza se extiende desde los altavoces para entretenerle a lo largo de un gastado trayecto. 

Los mejores viajes son los que surgen sin destino, ni premeditación alevosa, porque se rigen por las pasionales corazonadas que no entienden de rosas de los vientos ni brújulas hacia el norte. Así, las desbocadas vidas de los antisemitas de los planes creados y zanjados persiguen su futuro por los embriagantes olores  que el viento les hace llegar. Siempre hay un más allá que evita los fracasos porque se plantean nuevas formas de vida y culturas que conocer y experimentar, al otro lado del horizonte. Lo desconocido se envuelve por un extraordinario exotismo que brilla en la oscuridad como los oasis de neones del desierto de Nevada.

Las imprevistas metas de los seguidores del viento se acaban convirtiendo en destinos permanentes con increíbles cotidianidades que derivan en monotonías extrañas por sus pasados recientes. Sin embargo, estos frenéticos del vientos cuentan con el dinamismo de un lazo frente al ventilador que acaba por liberarse en busca de nuevas corrientes por las que volar a mundos desconocidos, escapando de lo monótono de la cotidianidad.

Y así un hombre cualquiera se entretiene con imaginativos destinos cuando la música termina y el atasco le devuelve a un camino marcado por las motorizadas reses en masa.

martes, 18 de septiembre de 2012

Lo humano de lo divino (Segunda Parte)


Un hombre cualquiera busca las perfumadas opiniones que el ying encierra sin que sean sombras de ningún machista retrato, sino pensamiento y voz propia sin dueño ni señor.

Al calor de un café de tarde, en un apartado rincón junto a una presa, aderezando el sabor de una improvisada comida o simplemente conversando por detener el hastío de la incompetencia; un hombre cualquiera se deslumbra por los cantos de sirenas que alejan a los barcos de las mortíferas estribaciones de la costa. Sin duda, las opiniones con sabor a carmín hipnotizan por la contundencia de sus experiencias y el realismo de sus afirmaciones, que alejan a un hombre cualquiera de utópicos, benévolos  y sobre todo ignorantes pensamientos. Y, todo ello, sin que el respeto esté reñido con la divergencia de pareceres por aquello del cromosoma 'y'.

Estas conversaciones se sostienen tan firmes sobre tacones de aguja como sobre botas de escalada, manteniendo una equilibrada cordura al borde de un ataque de nervios. Lo mismo te escriben una lacrimógena historia que te dirigen un escuadrón bajo el mando de la teniente con rizzo. Quizá te liberan de una incrédula ceguera, que lanzan los dados para jugar a gobernar el mundo como vigía del atalaio. Y pueden mostrar sus sentimientos con una sola mirada o por la coloración del plano inmortalizado por la fotografa de alegrías. Sus pasionales opiniones percuten en tu perspectiva, como las mazas sobre el parche, seguras y constantes. E incluso pueden asestarte con sus verbales puñales sin que llegue la sangre al río, pero arañándote felinamente como la abolicionista de los pañuelos. Y, todo aliñado con la santa paciencia de quien aleja las pesadillas y las convierte en sueños al abrigo del pijama.

Y así un hombre cualquiera airea lo cerrado del yang con la frescura de los aromáticos argumentos de mujer.

¿Quieres recordar 'Lo humano de lo divino (Primera Parte)?:
http://bloghombrecualquiera.blogspot.com.es/2012/03/lo-humano-de-lo-divino-primera-parte.html

domingo, 16 de septiembre de 2012

Lo premiado de las bitácoras (entrada promocional)

Un hombre cualquiera se topa con un cuaderno de bitácoras que reúne historias, informaciones y una miscelánea de contenidos para el ocio, el disfrute y la supervivencia en el mundo.

El fin de un hombre cualquiera a lo largo de este medio año de vida es la presentación de sus hazañas cotidianas, la promulgación de sus pingües principios y, en definitiva, exponer el mundo en el que sobrevive a partir de su miope visión. Las peculiaridad de un hombre cualquiera es su particular punto de vista desde lo cotidiano a lo extraordinario con un barroco estilo para definir los ámbitos ciegos y los detalles desapercibidos de su alrededor.

Y así un hombre cualquiera presenta su candidatura como blog personal a los Premios Bitácoras.com 2012. (Puedes participar a partir de la casilla que se encuentra justo debajo)

Votar en los Premios Bitacoras.com

viernes, 14 de septiembre de 2012

Lo tremendo de los delirium


Un hombre cualquiera deambula despreocupado por las silenciosas calles del centro cuando una alcantarilla cede y cae al vacío al ritmo de una sonora flauta. 

El teatro se siente frenético, las maderas crujen nerviosas bajo la moqueta por el incesante traqueteo de los invitados buscando su butaca. Mientras, el timbre retumba por escaleras, pasillos y camerinos anunciando los últimos minutos antes de que las poleas eleven el telón al cielo y los personajes posean a los actores en un solo ente, en una realidad paralela. El terciopelo rojo se abre y muestra la barroca mansión de un submundo regido por el culto al becerro dorado, a los caprichosos vicios y a la lujuriosa carne. 


 Y así tras el disparo de una polifacética y malévola teutona, el dueño con ligueros inaugura la noche con los acrobáticos vuelos sin red, ni atuendo, ni prejuicios; que elevan los mercurios para prohibir los tabúes ante un precipitado delirium tremens generalizado de habituales y foráneos. Las incesantes cabriolas y piruetas sobre el aire, la pista y las alcantarillas del inframundo hipnotizan a propios y extraños, que quedan enganchados en el agujero de la madriguera alumbrada por neones y pinturas fluorescentes. 

Y así un hombre cualquiera reaparece resacoso en la superficie cuando los focos sumen en la silenciosa oscuridad a Hamelín.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Lo escurrido del cansancio


Un hombre cualquiera se despereza en una nueva ciudad cuando el sol se retuerce entre las rendijas de la persiana.

La amnesia de los primeros segundos de la mañana se convierte en una pétrea eternidad. Un hombre cualquiera analiza los objetos que sólo descubren en su mitad benévola entre las sombras e intenta reconocer el lugar, el tiempo y el nocturno pasado. El primer sentimiento es de viveza y respiro tras una extenuación pesada y de elevado desaliento. Así, las sabanas están empapadas y van escurriendo el cansancio sobre las frías losas de la habitación. El filtrado y fatigoso líquido van devolviendo los pensamientos y la conciencia a través de los vaporosos efluvios que impregnan la habitación.

La recobrada cordura va retroalimentando a la calma y ésta a la falsa tranquilidad del despertar de una de esas mañanas de verano que duelen por las contracciones del prematuro otoño. Sin embargo, se disfrutan como la última gota del elixir de la juventud antes de que descubran el podrido cuadro del desván. Al final, la racionalización de la realidad despierta el remordimiento y la depresión ante la crueldad y la ingesta involuntaria de veneno por fascículos que la tinta y las ondas emiten.

Y así un hombre cualquiera abandona el lecho y sube la persiana para iluminar el lado oscuro de la vida.