lunes, 24 de septiembre de 2012

Lo imprevisto del viento


Un hombre cualquiera acciona con la llave el motor del  coche y una música pegadiza se extiende desde los altavoces para entretenerle a lo largo de un gastado trayecto. 

Los mejores viajes son los que surgen sin destino, ni premeditación alevosa, porque se rigen por las pasionales corazonadas que no entienden de rosas de los vientos ni brújulas hacia el norte. Así, las desbocadas vidas de los antisemitas de los planes creados y zanjados persiguen su futuro por los embriagantes olores  que el viento les hace llegar. Siempre hay un más allá que evita los fracasos porque se plantean nuevas formas de vida y culturas que conocer y experimentar, al otro lado del horizonte. Lo desconocido se envuelve por un extraordinario exotismo que brilla en la oscuridad como los oasis de neones del desierto de Nevada.

Las imprevistas metas de los seguidores del viento se acaban convirtiendo en destinos permanentes con increíbles cotidianidades que derivan en monotonías extrañas por sus pasados recientes. Sin embargo, estos frenéticos del vientos cuentan con el dinamismo de un lazo frente al ventilador que acaba por liberarse en busca de nuevas corrientes por las que volar a mundos desconocidos, escapando de lo monótono de la cotidianidad.

Y así un hombre cualquiera se entretiene con imaginativos destinos cuando la música termina y el atasco le devuelve a un camino marcado por las motorizadas reses en masa.

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