lunes, 26 de noviembre de 2018

Lo versado de los pasos



Un hombre cualquiera tropieza con un verso suelto en su safari por el paso de cebra.

Por fin, la literatura toma las calles. Las bibliotecas, las escuelas y las librerías dejan de tener puertas para que las letras vivan en libertad. Sin imposiciones, ni candados que encarcelen a las obras en estanterías polvorientas e inmovilicen a los lectores atados por los grilletes de la obligación. En la mayoría de estos casos los lectores se alejan de los libros por leyes y sistemas educativos, que se imponen a través de textos infumables o clásicos imposibles.  

Y por fin, los versos toman las calles. Los textos se escriben sobre la pizarra del asfalto para mostrarlos con la pedagogía con la que nos enseñaron de niños. Cuando los conocimientos se iluminaban sobre la oscuridad de la ignorancia. Estás nuevas señales sobre el suelo no tienen una función vial, pero guían hacia uno mismo y, en muchos casos, hacia los demás.

Y así un hombre cualquiera se echa a las calles para cazar el poema compuesto a pedazos entre la almendra central y la M40.

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