lunes, 10 de junio de 2019

Lo coronado del pódium


Un hombre cualquiera alcanza el pódium sin subir el Mont Ventoux, ni pisar los Pirineos.

Era una veraniega sobremesa de julio de 1992, cuando un grupo de arqueólogos buscaba los orígenes de Europa, armados con brochas, cuerdas y cinceles. Atapuerca comenzaba a rodar al ritmo de las primeras etapas del Tour de Francia. Las siestas de los arqueólogos se tornaban imposibles a medida que Induráin escalaba puestos en la clasificación. Y el insomnio ciclista fue recompensado al coronar la sima de los huesos. Entonces apareció el primer cráneo completo de la excavación. Un botellín de bicicleta le sirvió para su bautismo, bajo el nombre de Miguelón

Era una primaveral noche de mayo de 2019, cuando recibí con honores republicanos una pieza de arqueología ciclista, sentado en la bicicleta estática y sin maillot amarillo. Una azafata en pijama me felicita en un pódium improvisado y me hace entrega del ansiado león de los ganadores del Tour de Francia. Gemelo de aquellos que durante cinco años consecutivos abrazó el mismísimo Induráin. Y que obviamente no podía tener otro nombre; que Miguelón.

Y así un hombre cualquiera se siente como si hubiera conseguido atravesar de amarillo la meta de los campos Elíseos.

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