viernes, 23 de febrero de 2024

Lo telefoneado de la historia

Un hombre cualquiera sembraría en los cañones de las armas del ejército las mieses del antibelicismo democrático.

Las inescrutables casualidades de la vida pueden evitar que estés presente en cualquier hecho que pueda rellenar los libros de texto de Historia; o te pueden situar en todos los eventos históricos contemporáneos, como a la familia Alcántara de Cuéntame. Claudio Rodrígues contabiliza la caja de taquilla. Absorto en el conteo de escudos y entradas de la sesión de tarde, este portugués vive ajeno a lo que iba a presenciar. El teléfono resuena en el vacío del hall del cine de Lisboa. Su concentración y el tono del timbre de llamada le asusta sobremanera. Un acento extranjero le pregunta por un tal Don Juan de Borbón. Claudio repite sorprendido el nombre en voz alta y un hombre con gafas de sol y con periódico bajo el brazo se levanta de uno de los bancos y se dirige a la taquilla. Le arrebata el teléfono y comienza a hablar en un atropellado español. Le pide al taquillero que no cuelgue el teléfono, le toma prestada la linterna y se adentra en la sala de proyección.


Aquel 23 de febrero, treinta y tres minutos después de la llegada de los tricornios al Congreso, Claudio Rodrígues escucha, al otro lado del teléfono, conversaciones y ajetreos que no entiende. Son las 17:55, hora local. Al cabo de unos minutos, la puerta de la sala se abre con el misterioso hombre que había puesto en espera el teléfono y un trajeado espectador con aspecto circunspecto y regia mirada. Sin mediar palabra, el segundo individuo toma el teléfono. Claudio, que apenas siete años antes había sembrado claveles en los rifles de la Vila Morena, presencia la conversación entre el exiliado padre del rey de España y el susodicho monarca, tras el intento de golpe de estado en el, también ibérico, país vecino.


Y así un hombre cualquiera se camuflaría entre los claveles rojos para agazaparse de las puntiagudas flores de lis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario