lunes, 2 de septiembre de 2013

Lo fantasmal del pasado



Un hombre cualquiera intenta conciliar el sueño después de un chapuzón en los fotografiados recuerdos del ayer.

Después de revisar los antiguos álbum, mientras la noche velaba la diurna luz de la fotosíntesis, los fantasmas del pasado resurgían de ultratumba con pesadillas de otro tiempo. La amnesia del tiempo provoca el libre albedrío del miedo, que vuelve a asolarnos sin razón ni cordura, aunque conozcamos de sobra el fino hilo de las sábanas que les cubre entre las sombras de la memoria.

Al amanecer, la oscuridad de las pesadillas había reconvertido a los fantasmas en ingrávidas ropas colgadas y, de la misma forma, las sinuosas sombras en bromistas resquicios del mobiliario. Tras levantarse de la cama, un hombre cualquiera se dirigió, con un renovado optimismo, a la cuerda junto a la ventana. Al levantar la persiana convirtió la buhardilla en una azotea sobre un mar de tejados para surcar.

Y así un hombre cualquiera observa, apoyado en el cayado sobre el camino recorrido, lo fantasmal del pasado que se empequeñece por la trivialidad de sus minucias.

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