jueves, 13 de diciembre de 2012

Lo revalorizado de la vida



Un hombre cualquiera camina perezosamente por una atestada calle del centro, cuando un brillo inesperado llama su atención a un par de pasos de distancia.

La vida se entreteje en un lienzo monótono y repetitivo entre el sonido del despertador y la nocturna reconciliación con las sábanas, pero sufre de alterados suspiros de sorpresa que aportan chocantes pinceladas barrocas. El marcar del tiempo, que avanza a un paso firme y marcial entre la Puerta del Sol y el grillete con segundero, siempre sufre un desencajado traspiés surrealista que nos despierta de la hipnótica monotonía. Lo insólito consigue concentrar nuestra atención a través de una rocambolesca noticia extraordinaria, un añorado encuentro fortuito, un aroma cargado de recuerdo o, quizá, un leve detalle que reanime un comatoso día inducido

Y son esos pequeños suspiros los que abren mundos desconocidos  que más por suerte que por ninguna desgracia se aparecen frente a nosotros sin audiencia previa. Y, la verdad, la suerte se esconde a una micra de distancia de nuestra vista pero no hay que descubrirla en su camaleónica adaptación a la realidad, como cuándo buscábamos a Wally en rojiblancos destinos de colchón. La suerte se convierte en un objeto perdido que aparece cuando dejas de buscarlo porque paradójicamente al perder valor ciertos activos se revalorizan con la velocidad de una automatizada fórmula invertida. 

Y así un hombre cualquiera recoge la moneda del suelo y la asegura en su bolsillo al 0% TAE para invertirlo en mercados alternativos de estraperlo .

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