jueves, 25 de abril de 2013

Lo surrealista del reflejo




Un hombre cualquiera se cuela en el comedor para admirar el después del pantagruélico altar de la eucaristía dominical.  
La terraza se encarama sobre un mar de tejas y pizarras, cuando la sobremesa dormita sobre el mantel y las migas. Los claroscuros de una estrenada tarde de sol y sombra atraen a una intrusa brisa que se escurre instintivamente bajo el mantel, moviendo las copas en una danza de olas sin mar que surcar. El vino zigzaguea dentro de la copa a izquierda y derecha sin ideología, ni doctrina; mareando sin tener que ingerir ni una sola gota de alcohol.
 
Una lejana campana marca la puntualidad de las manecillas con una solemnidad que calma el viento y deja sin aliento a la vida. Incluso el vino olvida el movimiento y la borrosa realidad vuelve a reflejar su reverso en el etílico espejo de la copa.


Fotografia cedida por http://www.flickr.com/photos/athelass85/
 
Y así un hombre cualquiera acaba bebiendo la invertida realidad para insuflar surrealismo al rutinario día de la marmota. 

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