domingo, 15 de diciembre de 2019

Lo remoto de las islas

Un hombre cualquiera pasea bañando sus pies con el Mediterráneo, cuando divisa una isla geográficamente imposible frente a Catalunya.

Tal avistamiento procuró de ayuda experta. Las cartas de navegación de Judith Schalansky eran básicas para investigar aquel peñasco desconocido en el 'Atlas de islas remotas'. Aquellos mapas no necesitaban de brújula, porque nunca perdían su Nórdica.  Sin embargo, la precisión con la que se describen los islotes desperdigados, allende los mares, no coincidían con aquel frente a las playas de Gavá. La falta de respuestas dio paso a elucubraciones e hipótesis. Una república utópica a la deriva, un "[...] país es tant petit que des de dalt d'un camapanar sempre es pot veure el campanar veí [...]", una tierra prometida para los inmigrantes sin patria ni bandera o, quizás, la famosa isla donde los mitos viven hasta eternidad.

Sea como fuere, la imaginación articula imposibles para zafarse de la monótona realidad. Y frente a lo desconocido siempre la ciencia intenta poner los pies en la tierra. En tierra firme, porque la isla duró más bien poco. De hecho nunca existió, a pesar de los muchos pares de ojos que creyeron verla. No fue producto de su imaginación, como diría Anthony Blake, sino un efecto óptico. Fata Morgana, así se llama al efecto. Y refleja un cuerpo sobre la superficie del mar, de forma majestuosa, como si fuera el castillo del rey Arturo. Pero al ser una ilusión óptica se desvaneció como un castillo de naipes cuando soplan los aires de la República.

Y así un hombre cualquiera sigue paseando por la playa tarareando el 'Mediterráneo' de Serrat.

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