sábado, 25 de julio de 2020

Lo destilado de la realeza


Un hombre cualquiera abre el mini-bar de su habitación de hotel con vistas a las aguas del londinense río Támesis.

La colección de botellitas ordenadas, cuidadosamente, en el refrigerador parece un minúsculo expositor de un pub inglés. Resulta llamativa la transparencia de la réplica de una de las botellas con un beefeater dibujado en su etiqueta y, claro, estando en la ciudad del Big Ben, la bebida elegida debe ser un London Gin. Todo ello sin que las ideas políticas discutan con los gustos espirituosos, incluso las segundas pueden negociar puntos comunes sobre las primeras, siempre que se beba con moderación. El equilibrio etílico puede promover acercamientos entre republicanos convencidos y monárquicos acérrimos. Atraer posiciones entre los progresistas socialdemócratas y los conservadores radicales. O, también, extender acuerdos  entre laicos por la gracia de Dios y los meapilas más puritanos. Eso sí, la embriaguez desmedida puede provocar todo lo contrario. De hecho, la cafetería del Parlamento británico, escenario de beodos espectáculos y argumentos peleones, cuenta a la altura del zócalo con un cartel indicando la salida a aquellos que abandonan la estancia a gatas.

La reina Isabel II de Inglaterra, la segunda reina más colorida de la Familia Real británica después de Freddy Mercury, conocedora del talante negociador de las bebidas alcohólicas, tomadas con responsabilidad, ha comercializado su propia ginebra. Una bebida exportada, en la Edad Media, por Guillermo III, desde Holanda, y, posteriormente, importada, en la época victoriana, a la India para crear el gin and tonic contra la malaria y el paludismo de los soldados británicos. Así, Isabel II, inspirada por el zumo de gálbulas y enebrinas del enebro y aromatizada por especias, herbales y flores de los jardines reales, ha destilado el Buckingham Palace Gin. Eso sí, en formato de 70 centilitros para disminuir la embriaguez y fomentar la razonable negociación entre los miembros de la Muy Leal al Gobierno de su Majestad y los miembros de la Muy Leal a la Oposición de su Majestad.

Y así un hombre cualquiera brinda con el cristal de la ventana, empapado de gotas de lluvia, por una larga vida a la pérfida Albión.

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