martes, 25 de agosto de 2020

Lo incumplido de las normas

Un hombre cualquiera escucha alucinado un inconfundible bip bip en la desértica y calurosa sobremesa de agosto.


La arena del desierto conquista nuevos territorios sin volver atrás. Una carrera hacia adelante similar a la de un cazador tras su presa. A lo largo de la Historia hay múltiples ejemplos, pero los más animados han sido protagonizados por Silvestre y Piolín, Raska y Pika o Bugs Bunny y Elmer Fudd. Y que todos son herederos de los pioneros Tom y Jerry, que fueron parodiados con el desierto de Sonora de escenario y con el atrezzo de los inservibles productos de marca ACME (American Company that Makes Everything), por Chuck Jones. El mentor del Coyote y el Correcaminos  creó nueve no tan inquebrantables normas para la serie de dibujos animados y, también, permitió saltarse las leyes físicas universales a guionistas y dibujantes.

Sea como fuera, el Carnivourus Vulgaris y el Acceleratti Incredibilus incumplieron las normas de Chuck Jones y hasta las leyes universales por una razón fundamental, convertir su mítica persecución en carcajadas sin fecha de caducidad. Y, por ello, a pesar de la paradójica empatía con el villano, la gracia residía y reside en la eterna derrota del Coyote frente al Correcaminos. El sonido del claxon del ave, que inspiró con su velocidad a bólidos en los 60, y el uso del product placement, a pesar de las taras de los productos de la marca ACME, son clásicos imborrables del imaginario colectivo. Y sus atropellados gags, sus escasos diálogos y lo incumplido de las normas siguen y seguirán funcionando en las próximas generaciones.

Y así un hombre cualquiera se acerca intrigado a la ventana para descubrir una nube de polvo sobre la carretera que se pierde en la línea del horizonte, sin rastro del Coyote.

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