martes, 1 de septiembre de 2020

Lo dibujado de los salvavidas

Un hombre cualquiera escucha los inconfundibles acordes de Mediterráneo navegando por las cuerdas del patio de luces. 


El alba se deshace entre los rayos del sol con el que se despierta el día. A varios cientos de kilómetros, a la deriva una atestada barcaza surca el interminable horizonte azul; donde un centenar de rostros desconocidos se acompañan en un viaje mecido entre la esperanza, la preocupación y el miedo. Sin embargo, la ilusión les hace avanzar hacia el norte sin necesidad de brújula, ni de cartas de navegación.

La cálida humedad condensa el agotamiento de sus sueños sobre su frente. Allí en mitad del mar, rodeados sólo de agua, la sequía cuartea sus cuerdas vocales hasta dejarles prácticamente sin voz. La clave de sol, alcanzado su cenit, les convierte en una dubitativa nota en el vacío del marítimo pentagrama y sus silenciosas miradas comienzan a percutir un in crescendo con el reflejo de un increíble espejismo. El vaivén de las olas les impulsa a erguirse convertidos en un coro de náufragos que articulan, instintivamente, sus gritos de ayuda. Frente a ellos se materializa 'Louise Michel'. Ella acude sin dios, ni bandera, con la inocencia propia de una niña agarrada al salvavidas de una corazonada. Vestida de rosa y blanco el sol del mediodía arroja su menuda sombra sobre la cubierta del barco con el esmerado diseño de un grafiti de Banksy.

Y así un hombre cualquiera descubre en el vibrar de las cuerdas el vaivén de las olas, cerca del mar por los que renacen en el Mediterráneo.


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