domingo, 20 de septiembre de 2020

Lo diabólico de los abogados

Un hombre cualquiera pasea la eternidad de Roma sin prisa, ni reloj en la muñeca sobre los adoquines que pisaron gladiadores y esclavos, curas y pobres diablos.

 

El cansancio de la tarde alcanza su merecido descanso sobre un petrificado banco del jardín de los naranjos. Su vista se alza a las copas de los pinos y naranjos y con un relajado cabeceo desciende hasta el horizonte. Sobre el muro del fondo del parque Savello se erige, en la lejanía, la cúpula de San Pedro del Vaticano. En la misma dirección en el extremo del banco, tras un transfocatto, aparece un hombre de mediana edad con barba canosa, traje oscuro y gafas bifocales, que lee un libro titulado ‘Paraíso perdido’. Su curiosidad delata una galopante miopía al fijarse durante varios segundos en la portada, incomodando al lector por la indiscreta investigación. Con un disimulado vistazo de reojo el lector carraspea para aclararse la voz.

 ‘Mejor reinar en el infierno, que servir en el cielo.’ Clama con voz profunda su lectura, hasta alcanzarle con su mirada.

 Ojiplático le devuelve la mirada y el hombre rompe a reir ante la reacción.

 Le he leído uno de los versos del poema de John Milton, que trata sobre el bien y el mal a través de Dios, Eva, Adán y Satanás. De hecho, el verso es afirmado por el diablo tras haber sido expulsado del cielo.

¿Está defendiendo al innombrable?Le pregunta entre bromas.

 Su carcajada le hace cerrar sus ojos por un momento.

 No, no soy el abogado del diablo, aunque yo he conocido a alguno Responde.

Sí, la adjudicatura está lleno de ellos. Le añade.

No, no… esos son todos aprendices, ya no existen abogados del diablo. De hecho el último fue despedido por Juan Pablo II.

¿Cómo? Le pregunta perplejo.

Sí, yo soy sobrino del último abogado del diablo. Sé que suena extravagante, pero ¿no piensa que toda la creencia católica se asienta en la incoherencia de lo imposible? La Iglesia contó con la figura del abogado del diablo durante cuatro siglos para examinar los procesos de canonización de beatos y santos y buscar, a través de esta figura, errores o fallos en los méritos del candidato antes de elevarlo a los altares.

 

La conversación sobre lo divino y lo humano continuó con un entretenido paseo por el Aventino. hasta descubrir la mirilla de la orden de Malta, que encuadra la grandeza de la cúpula de Buonarroti. Serpenteando la colina romana descendieron hasta la orilla del Tíber. Tras despedirse, tomó el puente Sublicio hasta alcanzar el Trastevere camino del hotel. Al llegar a la habitación, se descalzó y se tumbó sobre la cama, recostándose accidentalmente sobre el mando a distancia que encendió la televisión. En pantalla un noventero Keanu Reves encarna el papel del abogado Kevin Lomax, visitando el domicilio del asesino Alex Cullen para entrevistarse con él. Curiosamente, el emplazamiento elegido para esta escena de Pactar con el Diablo pertenece, en la actualidad, al apartamento privado en New York  de Donald Trump.

 

Y así un hombre cualquiera se sonríe ante las diabólicas casualidades que descubre a escasos kilómetros de las estancias del representante de Dios en la Tierra.

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