martes, 26 de noviembre de 2013

Lo sonámbulo de la banca

Un hombre cualquiera acude a su cita mensual con la banca, que es un colchón sobre el que dormir con las ojeras de un sonámbulo.

La visita al banco se hace como cliente, pero uno se siente esclavo porque el dinero compra nuestra cotidianidad y contabiliza nuestro tiempo por céntimo ahorrado.  Tras pasar el arco metálico, por nuestra seguridad y la de su dinero, hay que apretarse la corbata porque la hebilla del cinturón no encuentra más agujeros que escalar. ¡ESPERE SU TURNO! (un silencioso grito desde el infernal mármol) mientras, al otro lado de la línea, unos cuchicheos negocian un nimio alto interés al enormísimo porcentaje TAE.

Tras abandonar el confesionario el anterior esclavo corriente, los ojos del cajero con su media sonrisa deja congelado el ardiente enrojecimiento de mis números, rojo sobre blanco, en la cartilla de ahorros. Su ensayada sonrisa (habitualmente en sus mejores bancos) tenía algo de familiar y mediático. En un inapreciable momento, una estética modificación hizo mutar las facciones del banquero en la terrorífica cara dura del egregio e insigne Cristóbal Montoro. Este indómito malabarista de las cifras circunda las vocales de su propio nombre para ocultar la Mentira, ante propios y extraños.

Y así un hombre cualquiera acaba buscando ofertas de colchonerías en el paseo de los Melancólicos esquina con el Metropolitano. 

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