lunes, 23 de diciembre de 2013

Lo bueno de las noches



Un hombre cualquiera se siente agradecido por las desinteresadas aportaciones humanas y de otra índole que hacen posible el desenfrenado espíritu navideño.

Un agradecimiento inicial al carpintero de pesebres que supo construir sin instrucciones de montaje en sueco y sin albóndigas. Siguiendo con el departamento de protocolo de la actual santa sede de carpintería, agradecer al que toma las medidas por encargo para que Bergoglio haga la bendición del 'urbi et orbe' dentro de las fronteras del Vaticano. Y, terminando con la iglesia (es una forma de expresión), me agradeceréis el siguiente mensaje alarmista, ¡cuidado con la decoración cristiano-navideña!, esto es un hecho que la embriaguez navideña os hará olvidar, pero la liliputiense logia de figuritas de belén acabará invadiéndonos con el sopor veraniego, son pequeños pero muchos (el ejército de pastores, la milicia de lavanderas, los drones con forma de ángel, un señor catalán en cuclillas, estos son los más buscados).

En un orden más pagano, quiero agradecer a distintas personas y entidades su labor por  llenarnos de orgullo y satisfacción en estas fechas: a Carlos III por fomentar la ludopatía en estas entrañables fechas desde 1783 (suena el niño Raphael de San Ildefonso); al jubilado, por su encomiable tarea, responsable de Recursos Humanos que redactó la oferta de trabajo de Papa Noel y al inventor de la fórmula secreta que tiño de rojo la vestimenta del susodicho nórdico; a la campaña "ecologista", que traspasa trópicos y zonas climáticas, para adoptar pinos artificiales y secar pinos naturales en el calor del hogar; y, finalmente, una mención ovípara a la insensata agrupación de los Asociados Pavos Altamente Ñoños A Obstruir Saraos (¡APAÑAOS!)

Y así un hombre cualquiera, pensándolo bien, tampoco les agradece tanto lo de la navidad porque, al fin y al cabo, es el Corte Inglés.

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