sábado, 29 de julio de 2017

Lo sureño de los abrazos



Un hombre cualquiera con un conseguido acento bordelés testifica con rotundidad que para comprender el amor hay que ir al sur.

Alargada es la sombra de la torre Eiffel, donde los corazones comienzan a palpitar al unísono, conjugándose  en primera persona del plural. La fuerza cardiaca impulsa la historia que comienza a avanzar por tierra, mar y aire; da igual el medio y el modo, porque todos los caminos acaban entrelazándose en un único abrazo. Y abrazados junto a la Puerta de Alcalá, esperan los aterrizajes de cigüeña que les recuerdan que todo empezó, en un veraniego mes de agosto, en la orilla del parisino Sena.

'La sombra Eiffel', imagen cedida por Alicia R. Munier


Una década después el futuro se convierte en realidad. Las postrimerías del Mediterráneo salan la playa de Getares, mientras las campanas de la Plaza Alta llaman a la celebración a propios y extraños. Las veletas danzan con el viento de poniente, que envuelve la tierra firme en una refrescante brisa marina. Todo ello, bajo un tamizado azul cielo, que se extiende desde Estambul hasta Algeciras, dónde la cúspide de una torre de Babel acoge un esperanto sin necesidad de intérpretes, ni traductores. El tintineo de las copas al brindar salpica de notas un pentagrama por componer, con los recuerdos que aún están por imprimirse sobre los álbumes de fotos.

Y así un hombre cualquiera resuelve que la suma de una más uno es la verdadera fórmula de la felicidad.

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