Un hombre cualquiera recordará las elecciones presidenciales estadounidenses por la derrota de Trump y, sobre todo, por el descubrimiento del condado de Maricopa, gracias a Emilio Domenech.
Los estadounidenses han estado paralizados frente a las
pantallas, como el petrificado Monte Rushmore, durante el largo escrutinio tras
el 4 de noviembre. Una reñida contienda electoral, a pesar de cuatro años de
una gestión presidencial a golpe de tweet, de los desplantes a la prensa, de la
verborrea destructiva de sus discursos, de la cuestionable política exterior, de
las fake news, de los muros y de la nefasta política sanitaria contra la
pandemia. Esta excéntrica legislatura, obviamente, ha dado paso a una campaña extraordinariamente
atípica. La polarización social por los incidentes raciales. La cuestionable lucha
electoral de dos canosos políticos septuagenarios. La incontrolada pandemia
mundial, que ha contagiado al candidato a la relección en plena carrera
presidencial. El récord de votos al candidato vencedor con más de 74 millones
de apoyos. El milagroso cambio de color político de estados tradicionalmente
republicanos. La victoria de un vicepresidente demócrata sin suceder al anterior
presidente demócrata. O, hasta el bloqueo institucional del presidente saliente,
mintiendo a la población y amarrado al sillón del despacho oval. Una temporada
digna de los guionistas de House of Cards
o el Ala Oeste de la Casa Blanca.
Pero, los resultados más sobresalientes de la votación son los que volverían a dejar de piedra a Washington, Jefferson, Roosevelt y Lincoln. ¿Un hombre negro o un afrolatino abiertamente homosexuales elegidos representantes políticos de Estados Unidos? O, peor aún, ¿una mujer afroamericana ocupando un asiento en el Congreso? O, espera, Oh my God!, ¿una mujer de color asumiendo el cargo de vicepresidente del gobierno de Estados Unidos? Y es más, ¿y si a través de las listas electorales se eligen representantes musulmanes, nativos americanos o, incluso, transgénero? De hecho, los históricos presidentes se mirarían contrariados y se preguntarían: ¿Qué demonios es un transgénero? Lo peor de todo, que en pleno siglo XXI, el todavía Presidente, Donald Trump, tampoco entiende, ni comparte ninguno de estos resultados y situaciones personales, sociales y políticas. El casi expresidente republicano, el mismo que entró en la Casa Blanca con la torpeza de un elefante en una cacharrería, sigue sin entender la democracia al patalear pidiendo que paren el recuento de los votos emitidos por el electorado. Quizás Trump fue alguno de aquellos extraterrestres que atacaban al Monte Rushmore en Mars Attack! Y eso explicaría muchas cosas...
Y así un hombre cualquiera se queda con la duda del resultado
que habría conseguido Sanders y si Domenech consideraría al condado de Maricopa
determinante con Bernie como candidato demócrata.
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