Un hombre cualquiera rememora aquello que le inspiró para crear sus historias reales y sus experiencias ficticias
La inspiración necesita fijarse en los detalles y recovecos
hasta encontrarla agazapada en cualquier lugar. Tal y como ocurre con los
libros de ¿Dónde está Wally? Y con la pegadiza música del 1, 2, 3, ¿Dónde se
encuentra la inspiración? 1, 2, 3, responda otra vez. Un programa de radio, un
artículo de prensa, una escena de una película, una cita de un capítulo de un
libro, una noticia del informativo, el resultado de unas elecciones, una
conversación por videollamada, el ingenio de un tweet entre las tendencias del
día, una campaña publicitaria, un hecho histórico narrado por Nieves Concostrina,
un diálogo de una obra de teatro, una pieza de la sección de cultura de Carlos
de Amor, un párrafo de una obra de Shakespeare, una viñeta cómica de prensa, un verso de una canción de Vetusta Morla, una
conversación robada en un autobús, un poema de Joaquín Sabina, una imagen del
calendario de Fotogramas, un colorido grafiti encontrado por casualidad, un capítulo
de una serie de Netflix, un cuadro desconocido de una sala del Prado…
Pero, hay más inspiraciones encontradas en una foto prestada de
Instagram, en una buena noticia enviada por medio de la cigüeña, en lo inconfundible
de los extraordinarios y extraordinarias que están a una llamada de distancia, en los
preparativos para un discurso de boda, en una ciudad habitada en los recuerdos
vividos, en un viaje que se inmortaliza en los cuadernos de bitácoras… Y,
obviamente, la inspiración de cualquier instante de vida compartido junto con la
soñadora en pijama.
Y así un hombre cualquiera atrapará la inspiración agazapada en
la realidad.
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