viernes, 19 de febrero de 2021

Lo paseado de los cambios

Un hombre cualquiera pasea por el centro de Madrid, después de meses anclado en los 50 metros cuadrados de su atalaya.

La plaza de España parece el escenario de una guerra campal con trincheras y vallas por doquier. Sin duda, un reflejo de su propio nombre. A la vuelta de la esquina, la Gran Vía sedienta de espectadores en cines y teatros se cuartea sin los éxitos de su alma de Broadway. La antigua avenida del quince y medio recuerda su pasado bélico, ya que frente al edificio Telefónica parece haber caído una bomba con metrobus incorporado. Calle abajo las prisas se olvidan al buscar la mirada de la Cibeles, preocupada porque ha perdido la mascarilla. Quizá una racha de viento la ha perdido por el paseo de Recoletos. Pero ningún árbol se pone a buscarla, porque se han quedado mancos con cientos de ramas guillotinadas sobre aceras y suelos. Eso sí, los ramajes y troncos perdieron la batalla frente al azul grisáceo casi negro cielo de la capital.

Pero el paseo se queda sin luz, porque en el horizonte, la plaza ha perdido la energía del enchufe que coronaba el edificio de las Torres de Colón. Y quizá la perdida de enchufes se haya extendido por el barrio. Apagando las luminarias de los despachos de la séptima planta. Desconectado las destructoras de comprometedores y corruptos papeles. Y, sin luz, se acaba por cerrar por derribo el nido de las gaviotas con aspiraciones de águilas bicéfalas. Allí en el balcón, donde celebraban y reían, solo queda sitio para colgar el cartel de "se vende".

Y así un hombre cualquiera toma el camino de vuelta a casa con los cambios inmortalizados en su retina.

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