domingo, 19 de septiembre de 2021

Lo batallado de las eras

Un hombre cualquiera se siente a campo abierto para imaginar tostadas  historias en soleadas eras.

La tarde segaba con sus manecillas una llanura mesetaria exhausta de sol. En mitad de la nada, las rectangulares alpacas amarillas se amontonaban desordenadas a la espera de establos por acolchar para cuando llegaran las vacas gordas. Mientras tanto, funcionaban de trincheras improvisadas en un campo, inevitablemente, de batalla. Allí resguardado, fusil en mano, observa el desierto esquilmado de hierbas secas. Y al fondo, un oasis sobrevive con un olmo huérfano de peras y un peral cansado de esperar, junto a un pozo lleno de deseos por cumplir.

El zumbido de los aviones se materializó en sombras chinescas por los soldaditos de plástico en paracaídas, que bombardean las inmediaciones de su posición. Agazapado con la munición preparada esperó a que sobrepasaran su guarida para atacarles por la retaguardia. Uno a uno, acabó con aquel falso enemigo de compatriotas que luchaban paradójicamente por lo mismo; un mendrugo de pan de ayer, una lata de dudosa carne y un futuro por descifrar. Una voz cansada y grave le llamó por su nombre. Asustado por el inesperado ataque por sorpresa, levantó sus manos y se dio la vuelta lentamente, tras dejar su arma de juguete sobre las alpacas. Canoso y arrugado por el paso del tiempo, su abuelo le gritó. "La merienda está preparada". El campo de batalla volvió a ser campo y la guerra nunca dejó de ser un juego de niños avariciosos y caprichosos.

Y así un hombre cualquiera observa la inmensidad del campo sin puertas a la imaginación de las tardes de verano..

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