domingo, 5 de septiembre de 2021

Lo asombroso de la luz

Un hombre cualquiera siempre mira hacia atrás en el cine para encontrar al proyeccionista.

Estas personas de luz habitan en las sombras entre el caótico ruido de las máquinas y los reflejos chinescos de las estrellas de cine. Son pintores que colorean el lienzo en blanco. Son músicos que componen diálogos altavoz en grito. Y, por encima de todo, son magos que crean universos luminosos por el pingüe precio de una entrada de cine. 

 

Sala Azcona, foto de la web de Cineteca Madrid

Abajo sobre el prado de terciopelo y madera, los espectadores boquiabiertos disfrutan de la lluvia de estrellas desde el suelo de Madrid al cielo azul oscuro casi negro. Y cuando termina la representación, los proyeccionistas encienden las luces de la sala. Una humana especie de dioses que convierten la negritud del techo y las paredes en una cesta gigante de mimbre en la que el sol anochece y amanece con cada sesión. 

Y así un hombre cualquiera se emociona ante el último fin de los finales.

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