viernes, 14 de enero de 2022

Lo inimaginable de lo alcanzado

Un hombre cualquiera observa a la mujer sentada en el balcón del edificio Schweeps con su melena al aire.

Su mirada busca entre calles y azoteas la felicidad que brota a la orilla del Manzanares. La modernidad de Malasaña le  recuerda que una televisor de tubo catódico puede convertirse en una cómoda silla de cocina, que helarte es un síndrome de Sthendal que te eriza el vello con una pintura sobre lienzo y que un tupper se convierte en una caracola para escuchar un mar de pegadizo indie para volar con los pies. A su derecha la vista se pierde por el extrarradio en un amasijo de cables y bombillas. Luciérnagas de tiempos lejanos que iluminan mensajes entrelazados por las redes. Y mirando entre el ajetreo de la Gran Vía, observa a pie de calle, a una joven que apura los últimos céntimos del marcador de la cabina para sentirse como en casa. En la villa y corte lo inimaginable se alcanza sin necesidad de ascender al cielo. El fruto de los olivos se triplica con recuerdos. Los esbozos de Goya son pintados de brillante celuloide. Los versos de Ayala se recitan en sótanos con vistas. Los deseos planean entre los vuelos de cigüeñas. Y las estelas de los trenes son estrellas fugaces con destino al norte.

Pero, a su vez, la escanciadora de palabras ha cambiado la ciudad con lo norteño de su acento, lo moderno de su elegancia y, sin duda, con su fragancia a paraiso natural en el desierto de asfalto. Cada 15 de mayo dota de alas, arco y flechas a San Isidro para seguir apuntando certeramente al corazón de las manzanas, al más puro estilo del pequeño Guillermo Tell. Y así brindar con sidra, rodeada de las amigables familias que crean los exilios de las patrias chicas. También ha cambiado el calendario con el teñido de festivos con recién nacidas celebraciones, que le hacen latir de ternura con lo iluminado de las velas, que se reflejan en la emocionada mirada materna. Y siempre con el viento de levante de cara y el salado sabor mediterráneo que le aliña sus días.

Y así un hombre cualquiera se inspira cada enero en las postales vividas junto a la escanciadora de palabras.

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