miércoles, 17 de agosto de 2022

Lo vacacional del estío

Un hombre cualquiera pasea junto a una carretera secundaria.

El olor a eucalipto y a verano embriaga el mediodía de camino a la playa. Sobre el asfalto, la joven del sidecar conduce con la brisa acariciando su rostro y con su ondeado peinado bailando al ritmo del desahogado vivir sin reloj, ni horario. Otoñando con su cobriza melena lo vacacional del estío. Sus pensamientos se resguardan dentro de un casco negro decorado con las cerebrales circunvoluciones en blanco, cuya alma se refleja a través de la desbordante miel de su mirada. De reojo sus guantes se amarran al horizonte y, cuerpo adentro, su chupa de cuero tachonado se difumina en una vaporosa falda, repleta de mariposas preparadas para polinizar los dientes de león del prado, al sobrepasar su cintura.


A la sombra del pinar que precede al mar, aparca y toma su toalla a rayas. El salado de la playa lo saborea al sonreír al ver al paliducho tipo de la toalla vecina con un libro de microrrelatos medio devorado, un bote de crema listo para embadurnarse hasta la coronilla y ajustado a la asombrosa circunferencia de la sombrilla. Sin previo aviso el vuelo de una flecha les hace cruzar sus miradas y reencontrarse con un soñado amor de verano a la orilla del mar. Entretenidos por su entremés romántico no entregaron atención al pequeño Valentín que entró en escena para devolver su flecha al carcaj, reprendido por su madre en tercera línea de playa.


Y así un hombre cualquiera observa a la joven del sidecar con un paliducho contorsionista de dos metros de copiloto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario